UNA VENTANA ABIERTA.
Representación del bautismo del Señor Ermita del Rocío - Almonte - |
TODO SON SIGNOS. TODO ES LENGUAJE.
Si Dios no existe nada tiene sentido, absolutamente nada.
Sabemos en el fondo de nuestro corazón las preguntas que nos brotan, lo que anhelamos, lo que es verdad y mentira, lo que nos ennoblece y lo que nos denigra, lo que nos da libertad y lo que nos hunde y esclaviza. Somos capaces de reconocer los signos, conocer lo que llamamos los múltiples abecedarios para poder leer. Es necesario conocerlos para poder leer. Le pasa al químico con el lenguaje de la química. Al informático con el lenguaje de los ordenadores. Al músico con los sonidos. Al arquitecto con las formas.
Hoy somos muy sensibles a lo que significan los lenguajes. A última hora todo es lenguaje. ¿Por qué no aplicar nuestra racionalidad para ver que todo son signos de la relación del hombre con Dios y de Dios con el hombre, y de cómo El, el Verbo, la Palabra, asumió nuestra naturaleza? Esto no es una pregunta que requiera contestación. Es más bien una pregunta llena de extrañeza, ante lo que requeriría una postura de admiración, gratitud y adoración.
Dos momentos en el mismo hecho: Jesús en la cola para recibir el bautismo, como un hombre más, que asume toda la naturaleza humana, su compromiso total. Y la proclamación de su divinidad. La proclamación de “Quién” es, la revelación de lo que está aconteciendo en el río Jordan. “Soy yo el que necesito que me bautices, dice Juan, ¿y tú acudes a mí?” “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así toda justicia”. Entonces Juan lo permitió.
En el mundo en que vive Jesús -se nos explica en Jesús de Nazaret de Benedicto XVI- “justicia” es la respuesta del hombre a la Torá, la aceptación plena de la voluntad de Dios, la aceptación del “yugo del Reino de Dios”, según la formulación judía. Es misterio, porque nos excede, porque no puede verse con nuestras medidas. Me dice mucho la afirmación de Romano Guardini de que el misterio es exceso de verdad. No es nada contrario a la razón. Porque la capacidad de la razón no es para encasillarse a si misma o para meterse dentro de unos pobres raíles, a los que ella misma puede juzgar, y puede poner o quitar.
Todo son signos, todo es lenguaje. Saber leer, saber ver. Cuando vemos una obra de arte es bueno que alguien nos lo explique. Veremos más, entenderemos mas, gozaremos más. Nos ayuda mucho tener un guía que nos acompañe. Lo que no puede ser es que nos alteren la obra, o nos la reconstruyan o desguacen. No queremos ver la fotografía del guía, de sus propias ideologías o intereses. Queremos ver lo que realmente es la obra que contemplamos. Nuestro guía, para no caer en falsos datos, es Benedicto XVI, porque quien lee o escucha algunas interpretaciones, críticas o comentarios, puede comprobar enseguida que son más una fotografía de sus autores y de sus propios ideales que un poner al descubierto un icono o hecho que se había desfigurado.
Los cuatro evangelistas narran el hecho del Bautismo de Jesús en el Jordán. Cada uno lo enmarca según el propio sello de su anuncio. Mateo al comienzo ofrece una especie de datación, de árbol genealógico. La historia se divide en tres períodos de catorce generaciones, en la perspectiva de la historia de la Salvación. Lucas lo enmarca intencionalmente en el gran contexto de la historia universal, permitiendo así una datación bien precisa. No hay que ver la aparición pública de Jesús como un mítico antes o después, que puede significar al mismo tiempo siempre y nunca; es un acontecimiento histórico que se puede datar, como se ve en los Evangelios, con toda la seriedad de la historia humana ocurrida realmente. Su temporalidad es diferente de la intemporalidad del mito.
Lo que llamamos la vida pública de Jesús comienza con su bautismo en el Jordán por Juan Bautista, como lo narran los evangelistas. La mención, hecha por Lucas, del emperador romano, de Poncio Pilato, de Herodes, de los sacerdotes Anás y Caifás, pone ya desde el inicio de la actividad de Jesús la sombra de la cruz. A partir de la cruz y de la resurrección, se hace claro para los cristiano lo que había ocurrido. Jesús ha cargado con la culpa de toda la humanidad; entró con ella en el Jordán. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz.
El bautismo -Jesús en la cola de los pecadores- es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo –Este es mi Hijo amado- es una referencia anticipada a la resurrección. Lo que decíamos al principio: dos momentos en el mismo hecho. Jesús en la cola para recibir el bautismo como un hombre más, que asume toda la naturaleza humana, su compromiso total. Y la proclamación de su divinidad.
Para los cristianos se hacen realidad: la anticipación de la muerte en la cruz que tiene lugar en el bautismo, se trata de un renacer; y la anticipación de la resurrección anunciada en la voz del cielo. Muerte y resurrección, reiniciar la vida desde el principio y de un modo nuevo. El bautismo de Jesús se entiende como compendio de toda la historia en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro. Sólo a partir de aquí se puede entender el bautismo cristiano.
Si Dios no existe nada tiene sentido, absolutamente nada.
Sabemos en el fondo de nuestro corazón las preguntas que nos brotan, lo que anhelamos, lo que es verdad y mentira, lo que nos ennoblece y lo que nos denigra, lo que nos da libertad y lo que nos hunde y esclaviza. Somos capaces de reconocer los signos, conocer lo que llamamos los múltiples abecedarios para poder leer. Es necesario conocerlos para poder leer. Le pasa al químico con el lenguaje de la química. Al informático con el lenguaje de los ordenadores. Al músico con los sonidos. Al arquitecto con las formas.
Hoy somos muy sensibles a lo que significan los lenguajes. A última hora todo es lenguaje. ¿Por qué no aplicar nuestra racionalidad para ver que todo son signos de la relación del hombre con Dios y de Dios con el hombre, y de cómo El, el Verbo, la Palabra, asumió nuestra naturaleza? Esto no es una pregunta que requiera contestación. Es más bien una pregunta llena de extrañeza, ante lo que requeriría una postura de admiración, gratitud y adoración.
Dos momentos en el mismo hecho: Jesús en la cola para recibir el bautismo, como un hombre más, que asume toda la naturaleza humana, su compromiso total. Y la proclamación de su divinidad. La proclamación de “Quién” es, la revelación de lo que está aconteciendo en el río Jordan. “Soy yo el que necesito que me bautices, dice Juan, ¿y tú acudes a mí?” “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así toda justicia”. Entonces Juan lo permitió.
En el mundo en que vive Jesús -se nos explica en Jesús de Nazaret de Benedicto XVI- “justicia” es la respuesta del hombre a la Torá, la aceptación plena de la voluntad de Dios, la aceptación del “yugo del Reino de Dios”, según la formulación judía. Es misterio, porque nos excede, porque no puede verse con nuestras medidas. Me dice mucho la afirmación de Romano Guardini de que el misterio es exceso de verdad. No es nada contrario a la razón. Porque la capacidad de la razón no es para encasillarse a si misma o para meterse dentro de unos pobres raíles, a los que ella misma puede juzgar, y puede poner o quitar.
Todo son signos, todo es lenguaje. Saber leer, saber ver. Cuando vemos una obra de arte es bueno que alguien nos lo explique. Veremos más, entenderemos mas, gozaremos más. Nos ayuda mucho tener un guía que nos acompañe. Lo que no puede ser es que nos alteren la obra, o nos la reconstruyan o desguacen. No queremos ver la fotografía del guía, de sus propias ideologías o intereses. Queremos ver lo que realmente es la obra que contemplamos. Nuestro guía, para no caer en falsos datos, es Benedicto XVI, porque quien lee o escucha algunas interpretaciones, críticas o comentarios, puede comprobar enseguida que son más una fotografía de sus autores y de sus propios ideales que un poner al descubierto un icono o hecho que se había desfigurado.
Los cuatro evangelistas narran el hecho del Bautismo de Jesús en el Jordán. Cada uno lo enmarca según el propio sello de su anuncio. Mateo al comienzo ofrece una especie de datación, de árbol genealógico. La historia se divide en tres períodos de catorce generaciones, en la perspectiva de la historia de la Salvación. Lucas lo enmarca intencionalmente en el gran contexto de la historia universal, permitiendo así una datación bien precisa. No hay que ver la aparición pública de Jesús como un mítico antes o después, que puede significar al mismo tiempo siempre y nunca; es un acontecimiento histórico que se puede datar, como se ve en los Evangelios, con toda la seriedad de la historia humana ocurrida realmente. Su temporalidad es diferente de la intemporalidad del mito.
Lo que llamamos la vida pública de Jesús comienza con su bautismo en el Jordán por Juan Bautista, como lo narran los evangelistas. La mención, hecha por Lucas, del emperador romano, de Poncio Pilato, de Herodes, de los sacerdotes Anás y Caifás, pone ya desde el inicio de la actividad de Jesús la sombra de la cruz. A partir de la cruz y de la resurrección, se hace claro para los cristiano lo que había ocurrido. Jesús ha cargado con la culpa de toda la humanidad; entró con ella en el Jordán. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz.
El bautismo -Jesús en la cola de los pecadores- es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo –Este es mi Hijo amado- es una referencia anticipada a la resurrección. Lo que decíamos al principio: dos momentos en el mismo hecho. Jesús en la cola para recibir el bautismo como un hombre más, que asume toda la naturaleza humana, su compromiso total. Y la proclamación de su divinidad.
Para los cristianos se hacen realidad: la anticipación de la muerte en la cruz que tiene lugar en el bautismo, se trata de un renacer; y la anticipación de la resurrección anunciada en la voz del cielo. Muerte y resurrección, reiniciar la vida desde el principio y de un modo nuevo. El bautismo de Jesús se entiende como compendio de toda la historia en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro. Sólo a partir de aquí se puede entender el bautismo cristiano.
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