29 de enero de 2016

UNA VENTANA ABIERTA. EL BOSQUEJO ES TODO UN BOSQUE CON LA HNA. CARMEN PÉREZ

El bosquejo que quiero hacer, en estos minutos, de una persona, es todo un bosque. Debe ser por eso, por lo que hoy me salen muchos títulos para poner. Me encantaría que Vds, se enganchasen y sintieran, en la medida de las posibilidades de cada uno, deseos de conocer algo de este excepcional hombre. Al menos, que nos sintiéramos orgullosos de contar entre nuestros antepasados con un cristiano con una inteligencia y un corazón así. Es una maravillosa y genial síntesis entre razón y fe, entre el acuerdo intrínseco que hay entre la razón y la fe, entre espíritu y materia, entre lo natural y lo sobrenatural, entre hombre y misterio. El hombre, para el gran pensador y teólogo del que hablo, ha de ser estudiado con toda su entera condición; un hombre no es hombre sin su cuerpo, como no es hombre sin su alma, sin su espíritu. Me vienen títulos, frases en las que es fácil recrearse. Es como si se quisiera poner adjetivos a una persona excepcional por sus cualidades y acciones, y los adjetivos se engancharan, como las cerezas, unos con otros. 


Tomás de Aquino es el bosque del que quiero hacer un bosquejo, por eso digo que el bosquejo es todo un bosque. Dos personas me han llevado de la mano y me han marcado mucho en mi entusiasmo y admiración por Tomás de Aquino: un profesor y un escritor. El profesor, Dr. D. Francisco Canal Vidal, me dio clase en la Universidad de Barcelona, murió el 7 de febrero de 2009. Fenomenal profesor y fenomenal “tomista”, ¡cómo nos llevaba de la mano a beber directamente de la fuente¡ Y el escritor es G. K. Chesterton con su magnífica biografía sobre Sto. Tomás de Aquino. La presenta con un verso muy citado de Alexander Pope: “pues lo necios entran a la carrera donde los ángeles no osan poner el pie”. Por eso comienza: “permítaseme adelantarme a comentarios respondiendo al nombre de ese notorio personaje que entra a la carrera donde quizá ni los Ángeles del Doctor Angélico osan poner el pie”. 

Desde luego no son los datos de su vida, que se pueden narrar en unas páginas. Lo que se puede llegar a descubrir en Tomás de Aquino, seguirá llenando bibliotecas y más bibliotecas. Era un hombre como un toro, grueso, lento, callado, tranquilo y magnánimo, tímido, humilde, imperturbable. Conocen la anécdota. Fue enviado a Colonia donde tuvo como profesor a S. Alberto Magno. Los compañeros al verlo tan gordo, tan silencioso, lo tomaron por tonto. Y lo que hacen los jóvenes, le pusieron un mote: el buey mudo. S. Alberto que había leído los apuntes del joven estudiante les dijo: Vds. lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero. Y ¡vaya si se han oído y se oyen sus mugidos¡ Desde las mejores universidades y foros más cultos, en los que no se acaban de estudiar y admirar sus obras, las famosas “Summas”, hasta sus “Himnos” en el silencio de los conventos y de las Iglesias donde millones de personas se han adueñado de ellos para su oración y adoración : Adorote devote, Tantum ergo sacramentum, Pange lingua.

Amaba tanto los libros que prefería poseer los libros de Aristóteles y su filosofía a cuantas riquezas pudieran ofrecerle. Apasionado por la verdad sabía, y así lo afirmaba con toda su fuerza, que la verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo. Quería evitar con toda la profundidad de su inteligencia que se entendiera mal a Aristóteles, un pensador entonces desconocido y conflictivo. Cuando le preguntaron qué era lo que más agradecía a Dios respondió con sencillez: haber entendido todas las páginas que he leído. Chesterton dice que podía haber hecho muy bien el papel de Hombre Internacional. A la universalidad cosmopolita de su posición heredada, la familia y su situación en Europa, sumó muchas cosas de su cosecha. Fue un embajador e intérprete del conocimiento. Contra viento y marea, y luchando contra su propia familia, quiso ser sencillamente un fraile. Esto fue escandaloso para su familia y sus contemporáneos. Dice Chesterton que es como si Napoleón se hubiera empeñado en ser soldado raso toda su vida. Pero eso sí, ganaba las batallas intelectuales porque era el mejor cerebro de su tiempo. 

Sto. Tomás supo trabajar y orar. Ascético y místico. Trabajó con esa paz, dedicación y entrega que tiene la tranquilidad del que sabe lo que está haciendo y por qué lo está haciendo. Fue un trabajador incansable pero nadie le habría podido tomar por una persona ajetreada, tensa, dominada por la actividad y la prisa. Se cuenta que algo sucedió, mientras celebraba la eucaristía, que no ha sido conocido. Su amigo Reginaldo le pidió que volviera a leer y escribir y seguir las controversias del momento. El dijo con un acento singular: “No puedo escribir más”. Se hizo un silencio; tras el cual Reginaldo osó volver a abordar el tema y Tomás le respondió con convicción: “no puedo escribir más. He visto cosas que hacen que todos mis escritos sean como paja”.



Cada santo es hombre antes de ser santo, y se puede ser santo siendo cualquier clase o especie de hombre. Elegimos entre ellos con arreglo a nuestra manera de ser, a nuestro sentido de la vida. Hay tantas maneras de ser santo cuantos hombres hay en el mundo, cuantas sean las circunstancias de cada uno. Tomás de Aquino fue un hombre de gran corazón, de gran cabeza, como una gran mansión que ejerce una hospitalidad generosa. Tomás de Aquino, como pasa con todos los santos, devuelve la salud al mundo. Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Cada generación es convertida a Dios por el testigo que más le mueva y le haga salir de sus raquíticas medidas.

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