2 de febrero de 2016

María, puerta del cielo

Me dices con los ojos bañados que recuerdas tu infancia mejor que nunca. Que te gustaría recuperar aquellos olores de azúcar tostada, ahora que tus sentidos están embotados de tanto vivir. Pero nunca serás tan niño, querido hermano, como cuando mueras. María estará allí. Cualquier madre hará lo posible por estar junto a su hijo durante el último viaje. Al pie de la cruz se nos dio para siempre, sin vacilaciones. Se comprometió con su Hijo amado y lo hizo por Amor. Comprobarás que, llegada la hora, su presencia lo envolverá todo y acunará tu alma lentamente. ¿Recuerdas cuántas veces le hemos rogado por la hora de nuestra muerte? Cuando en Caná María acompaña a Jesús en el comienzo de su vida pública, le invitó al primer signo evidente de Su Majestad. Aquella Hora divina dio comienzo para los dos y desde los dos, Madre e Hijo. Ella es la responsable de que el Verbo consumase las bodas con la humanidad, iniciadas en su noble seno. El nacimiento a la Vida necesita de su presencia maternal y amorosa. Cuándo Jesús se siente abandonado por el Padre en la cruz, María está presente para negar el abandono. La presencia de María transforma el dolor de Jesús en confianza: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). También contigo, querido hermano, María abrirá sus brazos para acogerte en su seno. Ella es la puerta del mundo nuevo, que conducirá tu alma hasta la morada que Dios te ha preparado celosamente. Ella te presentará al Padre como otro hijo confiado a su maternidad sagrada, como hizo con Jesús en la Fiesta de la Presentación. ¿Sabías que es frecuente guardar las velas bendecidas el 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, para encenderlas en la cabecera de los que van a morir? Será la llama de la vida que brilla la última noche hasta la Ciudad de la Luz, que no necesita ni cielo ni luna porque el Cordero es su antorcha (Ap. 21). ¿Ves cuánta belleza? Si Dios la quiso para franquear el mundo con su Verbo, imagina el regalo de regresar al padre de su mano. María es la puerta del cielo. Y ahora descansa, querido hermano. No tengas miedo. Estaré contigo hasta que venga. César Cid

Fuente:http://www.escuchayconsuelo.com/?p=703#more-703

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