Estamos en la tercera semana del Adviento, celebrábamos este domingo pasado el llamado de Gaudete: "alegraos siempre en el Señor" se nos decía. Este tiempo litúrgico nos anima a poner los ojos en los últimos retoques y andanzas en la preparación de ese camino que el Bautista anuncia en el desierto. Preparación y conversión que se debe hacer en lo más intimo de nuestro corazón, porque viene la Luz y la Vida a nuestro encuentro.
Lo cierto es que esta invitación a vivir plenamente una serie de signos y a trabajar la esperanza, paciencia, conversión propias de este tiempo litúrgico va ir perdiendo algo de intensidad en esta última semana. En tanto en cuanto que cambiamos de decorado, de escenario. Ahora nos centramos en la preparación de la Navidad y en el contexto de las Ferias mayores del Adviento.
Se les llama "Ferias mayores" por su solemnidad, también son conocidas como "antífonas de la O" Estas antífonas se entonan con el canto del Magnificat, son expresión de las promesas del Antiguo Testamento que anunciaban la llegada del Mesías. Títulos mesiánicos que forman un acróstico (si se leen las siete antífonas desde la última a la primera y leyendo la primera letra de la segunda palabra se forma. ERO CRAS "SERÁ MAÑANA" ). Por este hecho se nos dice que hay que elevar el corazón y las manos, la criatura que viene es obra del Espíritu Santo: Jesús que significa Dios salva.
La Antífona de este día es: ¡oh Adonai! Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo.
El evangelio que acabamos de escuchar nos presenta la Anunciación a José. Aunque Mateo comienza enlazando a Jesucristo con la genealogía que viene del tronco de Jesé. Nos narra que María está desposada con José y antes de vivir juntos, acontece que María está en cinta, por lo que según la ley este hecho hay que castigarlo. No obstante, el Ángel de Señor se revela, la mano de Dios actúa, porque como nos dice el evangelista: José es justo y es en el corazón del justo, del recto de corazón donde obra la capacidad para reconocer, para entender, para poder ver el misterioso nacer de Dios.
José se fía de Dios, Él también espera al Mesías, al Dios que salva, anda tras la Verdad. Como espera en la Verdad de Dios, sabe también hacerlo en la verdad de las personas, sabe callar, guardar silencio y tomar decisiones que no destruyan al otro, que no humillen. Esta confianza le lleva a tener una actitud de apertura, a ampliar horizontes y ensanchar su mirada: bien sabe que debe acoger, acoger los planes y proyectos que vienen de parte de Dios, y es en esa acogida donde brota el Amor: es el corazón abierto, sincero, transparente, coherente el que permite contemplar a ese niño que es enviado por Dios.
Haciéndonos un esbozo de la figura de Nuestro Padre Domingo, Jordán de Sajonia nos dice: "parecía tener conocimiento cierto de cuanto había de suceder, cual si el Espíritu Santo se lo hubiera revelado" , esto es posible porque se pone en oración y deja hacer a Dios en su vida. Domingo siente ternura, compasión y misericordia por el otro. Al igual que le ocurre a José ante un hecho que le deja sin palabras: María espera un hijo. En esta sociedad, que lo fácil es lapidar a la primera de cambio, lo sorprendente es que se ponen en las manos de Dios, se fían de Dios; y como se fían de Dios, se pueden fiar de lo humano y es esa la acción que revela y que salva: Llévate a María porque es el Espíritu Santo quien ha obrado en ella.
Aún hoy día sigue habiendo esos vigías de la esperanza y de la espera, que toman la misma actitud de José y María; tienen en lo más profundo de su ser la luz encendida, aguardando con entusiasmo la venida del niño enviado por Dios. Esa actitud se vuelve obras para con el otro; intenta crear lazos de acogida, que dan sentido y alegría, que preparan el corazón para un encuentro amistoso con el Emmanuel. "Dios-con-nosotros".
Esta Natividad de Jesús debe llevarnos a plantearnos seriamente si estamos con el corazón dispuesto, preparado para acoger. Debemos dejarnos hacer por Dios, por su amor, por ese Dios que es amigo. Los planes y proyectos de José y de María seguro que eran muy distintos a como acontecieron; no obstante supieron leer esos planes y proyectos a la luz del amor de Dios; se dejan hacer y modelar. Esperar en Dios es hacer y deshacer planes, que no te llevan a ningún sitio, proyectos que miran al egoísmo personal. Para así acoger como tuyos los planes de Dios.
A nosotros solo nos queda poder caldear y alumbrar este nuevo mundo, nueva esperanza que viene para toda la humanidad. Saltar las barreras que nos estancan, soltar los lastres que no nos dejan crecer, dejarnos de actitudes banas y vacías, de máscaras que no nos dejan vernos cara a cara. Todo lo que impide ser testigo, instrumento de la realidad del Dios con nosotros.
Lo cierto es que esta invitación a vivir plenamente una serie de signos y a trabajar la esperanza, paciencia, conversión propias de este tiempo litúrgico va ir perdiendo algo de intensidad en esta última semana. En tanto en cuanto que cambiamos de decorado, de escenario. Ahora nos centramos en la preparación de la Navidad y en el contexto de las Ferias mayores del Adviento.
Se les llama "Ferias mayores" por su solemnidad, también son conocidas como "antífonas de la O" Estas antífonas se entonan con el canto del Magnificat, son expresión de las promesas del Antiguo Testamento que anunciaban la llegada del Mesías. Títulos mesiánicos que forman un acróstico (si se leen las siete antífonas desde la última a la primera y leyendo la primera letra de la segunda palabra se forma. ERO CRAS "SERÁ MAÑANA" ). Por este hecho se nos dice que hay que elevar el corazón y las manos, la criatura que viene es obra del Espíritu Santo: Jesús que significa Dios salva.
La Antífona de este día es: ¡oh Adonai! Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo.
El evangelio que acabamos de escuchar nos presenta la Anunciación a José. Aunque Mateo comienza enlazando a Jesucristo con la genealogía que viene del tronco de Jesé. Nos narra que María está desposada con José y antes de vivir juntos, acontece que María está en cinta, por lo que según la ley este hecho hay que castigarlo. No obstante, el Ángel de Señor se revela, la mano de Dios actúa, porque como nos dice el evangelista: José es justo y es en el corazón del justo, del recto de corazón donde obra la capacidad para reconocer, para entender, para poder ver el misterioso nacer de Dios.
José se fía de Dios, Él también espera al Mesías, al Dios que salva, anda tras la Verdad. Como espera en la Verdad de Dios, sabe también hacerlo en la verdad de las personas, sabe callar, guardar silencio y tomar decisiones que no destruyan al otro, que no humillen. Esta confianza le lleva a tener una actitud de apertura, a ampliar horizontes y ensanchar su mirada: bien sabe que debe acoger, acoger los planes y proyectos que vienen de parte de Dios, y es en esa acogida donde brota el Amor: es el corazón abierto, sincero, transparente, coherente el que permite contemplar a ese niño que es enviado por Dios.
Haciéndonos un esbozo de la figura de Nuestro Padre Domingo, Jordán de Sajonia nos dice: "parecía tener conocimiento cierto de cuanto había de suceder, cual si el Espíritu Santo se lo hubiera revelado" , esto es posible porque se pone en oración y deja hacer a Dios en su vida. Domingo siente ternura, compasión y misericordia por el otro. Al igual que le ocurre a José ante un hecho que le deja sin palabras: María espera un hijo. En esta sociedad, que lo fácil es lapidar a la primera de cambio, lo sorprendente es que se ponen en las manos de Dios, se fían de Dios; y como se fían de Dios, se pueden fiar de lo humano y es esa la acción que revela y que salva: Llévate a María porque es el Espíritu Santo quien ha obrado en ella.
Aún hoy día sigue habiendo esos vigías de la esperanza y de la espera, que toman la misma actitud de José y María; tienen en lo más profundo de su ser la luz encendida, aguardando con entusiasmo la venida del niño enviado por Dios. Esa actitud se vuelve obras para con el otro; intenta crear lazos de acogida, que dan sentido y alegría, que preparan el corazón para un encuentro amistoso con el Emmanuel. "Dios-con-nosotros".
Esta Natividad de Jesús debe llevarnos a plantearnos seriamente si estamos con el corazón dispuesto, preparado para acoger. Debemos dejarnos hacer por Dios, por su amor, por ese Dios que es amigo. Los planes y proyectos de José y de María seguro que eran muy distintos a como acontecieron; no obstante supieron leer esos planes y proyectos a la luz del amor de Dios; se dejan hacer y modelar. Esperar en Dios es hacer y deshacer planes, que no te llevan a ningún sitio, proyectos que miran al egoísmo personal. Para así acoger como tuyos los planes de Dios.
A nosotros solo nos queda poder caldear y alumbrar este nuevo mundo, nueva esperanza que viene para toda la humanidad. Saltar las barreras que nos estancan, soltar los lastres que no nos dejan crecer, dejarnos de actitudes banas y vacías, de máscaras que no nos dejan vernos cara a cara. Todo lo que impide ser testigo, instrumento de la realidad del Dios con nosotros.
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