2 de noviembre de 2015

Conmemoración de los Fieles Difuntos. Con la Hna. Carmen Pérez

    ¿Qué hemos ganado con el Evangelio? El sentido de la vida y de la muerte, el sentido de todo.
    
    “La originalidad de Jesús no debería medirse sólo por palabras o hechos aislados. La cruz es nueva por el modo en que Él la acepta y la sufre. La resurrección es nueva. El mismo nacimiento de la Virgen es nuevo (aunque también haya mitos que lo aborden). El mensaje del amor a Dios y al prójimo, como pleno de toda la ley, o también la eucaristía en la que Él se manifiesta desde su resurrección, todo esto son grandes novedades que Él trae al mundo. Todas ellas reflejan lisa y llanamente la novedad: Dios ya no está en el más allá; Dios ya no es sólo la Alteridad absoluta e inaccesible, sino que también está muy cercano, se ha hecho idéntico a nosotros, nos toca y lo tocamos, podemos recibirlo y nos recibe. En este sentido, la auténtica originalidad de Jesús es precisamente él mismo: la unión de Dios y el hombre” (Benedicto XVI).

    En términos del Doctor Juan Antonio Vallejo-Nágera, la muerte no es una puerta que se cierra, sino una puerta que se abre a la esperanza. Esto lo dijo cuando se enteró de la cercanía de su muerte a consecuencia de un cáncer. “Dios es misericordioso, eso los psiquiatras lo comprendemos muy bien, porque también tenemos que serlo ante las aberraciones que pasan por nuestras consultas, y Dios que es la sabiduría, lo entenderá y lo comprenderá mejor. Sé que podría haber hecho mucho más bien, pero, en fin, nunca es tarde. Voy a procurar hacerlo durante el tiempo de vida que me queda y tengo la sensación confortadora de que todo lo que haga desde ahora, pensando en Dios y por Dios, tendrá un doble sentido y una doble recompensa. El hacer el bien siempre es gratificante, pero al añadirle este sentido de ofrecimiento a Dios, se convierte en gozo”. Eso es lo que ha ganado el Dr. Vallejo-Nágera con Jesucristo, con el Evangelio, su forma de vivir y morir, su entrar por la puerta de la fe y de la esperanza.


    Quizá conocen este libro, “La puerta de la esperanza”, un testimonio escrito en forma de diálogo con José Luis Olaizola, en los últimos dos meses de su vida. El libro alcanzó un gran éxito al publicarse a raíz de la muerte de Vallejo-Nágera. Parte del atractivo de la obra está en la serenidad con la que Vallejo aborda su última experiencia, la de la muerte. Al saber que los médicos le daban muy poco tiempo de vida, apenas dos meses, quiso verter los recuerdos de su vida en conversación con José Luís Olaizola. Ambos compartían una buena amistad. De hecho la proximidad de la muerte, esa puerta a la esperanza, hizo más intensa la fe que Vallejo.Najera había vivido desde la infancia.

    La liturgia nos enseña a vivir, por ejemplo: “cantamos con los coros de los serafines y querubines. Sabemos que no estamos solos, sino que estamos de acuerdo en que la frontera entre el cielo y la tierra se ha abierto de verdad”. En la fiesta de la gran familia, en el día de Todos los santos, la Iglesia ha querido recordar que en el cielo hay innumerables santos que no cabrían en el calendario. Por eso nos regala la solemne fiesta de Todos los Santos que abarca a todos nuestros hermanos que ya están en el cielo. Multitudes de santos desconocidos por nosotros pero amadísimos de Dios, la fiesta de todos nuestros seres queridos. Es un día magnífico en el que la liturgia nos familiariza de una manera especial con el tiempo y la eternidad.

    Celebramos, como dice el Apocalipsis, a Aquel que está sentado sobre el trono, del que todo ha surgido y al que todo retorna: El Padre, el Creador del mundo, El Señor de la existencia. Y celebramos que el que obra directamente sobre nosotros es Cristo, el Cordero de Dios, la Humanidad de Dios. “Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor y la bendición”. Y celebramos que todos los santos sienten este poder, esta riqueza, esta sabiduría, esta fortaleza, este honor y esta bendición. Es un hecho cierto, y sólo Dios puede hacer cosas así. Es la fiesta de la gran familia, es la fiesta de la excepcional y únicaComunión de los santos. Celebramos lo que es la gran realidad que podemos vivir. Como pasa con todas las fiestas de la Iglesia, celebramos con solemnidad lo que es el día a día, lo que vivifica, hace crecer, transforma nuestro cotidiano vivir. Es como la fiesta del Corpus Christi: celebramos de manera extraordinaria lo que ocurre ordinariamente. Es el tiempo en la eternidad, la fiesta de la gran familia cristiana, lo que podemos recordar sobre los estados en la Iglesia:iglesia peregrina, nosotros hasta el día de nuestra muerte, iglesia purgante, los difuntos por los que oramos y celebramos su fiesta el día 2 de noviembre, iglesia triunfante, los santos a los que se celebra el día 1 de noviembre y de los que todos participamos por la comunión de los santos.

    Nuestra vida es tensión, búsqueda, crear, lástima que otras veces sea destruir de tantas maneras. Porque se puede ser destructivo de muchas maneras, como se puede ser constructivo en esas mismas maneras. Nuestra vida parece estar ligada al tiempo y es la transformación, el paso, lo imprevisto en realidad. No comprendemos mucho aquella vida enraizada en la duración y orientada hacia la eternidad, la plenitud. Quizá no sentimos o no somos capaces de pensar el Dios eternamente presente, inmutable, sin principio ni fin. Y cuando oímos hablar de la vida eterna, como plenitud, la que unos ya han alcanzado, y otros hemos de alcanzar, nos preguntamos ¿para qué esta vida en la que nada sucede? ¿Qué es eso de la majestad de Dios que es pura presencia, la vida que es paz eterna? ¿Quién es Aquel que ha creado todo, que lo sostiene todo, lo gobierna todo? La imagen de Dios, de Cristo, de los santos en el Apocalipsis es para orarla. Las películas de ciencia ficción que más puedan gustar son eso: películas, peliculitas al lado de la gran realidad de lo que el Apocalipsis quiere hacernos sentir.

    Vivimos tan absortos en lo que cada uno nos hemos montado que nos es difícil vivir a Dios como protagonista de la historia y de nuestra misma vida. Pero el Evangelio nos recuerda que estamos orientados hacia algo más grande, que nos trasciende. Y esto es la gran realidad: no podemos suprimir los anhelos por la justicia, la verdad, la felicidad plena, el amor total. Tiempo y eternidad. Todo sucede bajo la mirada de Dios que da significado a todas las cosas. ¿Qué hemos ganado con el Evangelio? Ahora nuestra contestación personal en la vida diaria. Un abrazo

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