12 de septiembre de 2014

UNA VENTANA ABIERTA. LA RAZON Y LA FE

“La fe no le tiene miedo a la razón, al contrario, la busca y confía en ella, porque la luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios, y no pueden contradecirse entre sí. La evangelización está atenta a los avances científicos para iluminarlos con la luz de la fe y de la ley natural, en orden a procurar que respeten siempre la centralidad y el valor supremo de la persona en todas las fases de su existencia. Toda la sociedad puede verse enriquecida gracias a este diálogo que abre nuevos horizontes al pensamiento y amplía las posibilidades de la fe. También este es un camino de armonía y pacificación” nos dice el Papa Francisco en “La alegría del Evangelio”.

Yo creo que a solas con nosotros mismos sentimos la gran realidad de nuestra vida: la razón y la fe. Y cómo nuestra riqueza es la gran apertura de nuestra razón a lo que llamamos el misterio, Verdad, Conocimiento, Bien, Belleza, Amor, y nuestro continuo aprender y crecer. Quizás nos perdemos más cuando oímos críticas, cuando nos lo plantean desde fuera. Porque hay cuestiones que nadie nos las puede arrancar, y nuestras preguntas no cesan. Sea sobre el sentido de nuestra vida, sea sobre lo que acontece, o por el sentido del sufrimiento, por las personas o situaciones que nos invaden, porque nos va bien, o porque nos va mal. Cada uno sabemos lo que nos orienta, y aclara. Si lo pensamos podemos ser conscientes de que lo importante es nuestra actitud ante lo que ocurre, somos nosotros los que damos el sentido concreto a las situaciones que se nos presentan, cada uno contestamos al requerimiento del momento, y podemos transformarlo en algo que nos enriquece, madura, y hace vivir con intensidad.

La gran realidad de mi razón es que yo puedo conocer la verdad. Y cuando digo “verdad”, no digo nada abstracto sino la verdad de mi vida y en mi vida. Y cuando oigo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, comprendo que en estas palabras está expresada la pretensión fundamental de la fe cristiana. Cristo es realmente, de hecho, verificablemente el camino, la verdad y la vida. Sólo si la fe cristiana es verdad, afecta a todos los hombres. No es una variante cultural. Hannah Arendt ha planteado este realidad vital de la razón y la fe de una manera muy bella: "Del mismo modo que el arco iris une al cielo con la tierra, y trae a los seres humanos su mensaje, así, el pensamiento y la filosofía unen al cielo con la tierra”. Fuera miedos y complejos.

La mentalidad moderna ha reducido la razón a una serie de categorías en las que la realidad se ve obligada a entrar, lo que no entra en esas categorías se tacha de irracional. Esta limitación se ha ido radicalizando. Pero es que esta radicalización, que excluye de la “razón” lo que algunos “ideólogos” determinan, unida al reduccionismo del “nada más que”, está siendo dañina. La razón es la que nos define como personas, por eso hace falta una verdadera pasión por la capacidad de razonar. Nos tenemos que atrever a pensar, ser consecuentes y escuchar en nuestro interior esa voz de la razón que nos muestra lo único necesario. Benedicto XVI realizó una apología de la razón y pedía constantemente una apertura de la razón. En su lección en la Universidad de Ratisbona tomó como punto de partida la frase ya mundialmente famosa: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. Dios es “logos”, el cristianismo se funda en la fe, don y misterio, pero susceptible de ser razonada. No sólo no es incompatible con ella, sino que la necesita. No se impone por la fuerza y menos por el extremo de la violencia.

Y recordamos la carta Encíclica de S. Juan Pablo II “La fe y la razón”. “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”.

Es un auténtico referente para la vida tanto en la dimensión personal, como familiar y social en todos los campos. Nada de fundamentalismos en la proposición de nuestra capacidad para la verdad. No se solucionan los problemas con el relativismo tan fuerte que estamos respirando. La fe tiene que ver inevitablemente con la razón. La fe no es algo caído del cielo como un meteorito. La desorientación en la vida se ha convertido en ira, en ataque feroz contra la fe y el anhelo de verdad. El que “de hecho” otras religiones y sistemas no investiguen los caminos de la razón y se obstinen en mitos, privados de consistencia, no tiene que influirnos.

En contra de lo que postulan la absoluta independencia de la fe respecto de la razón, tanto el Papa Francisco, como Benedicto XVI, como Juan Pablo II, asumen el legado de Santo Tomás centrado en el acuerdo intrínseco entre la razón y la fe. Para preguntarnos acerca de Dios en todo lo que acontece en nuestra vida, tenemos, queramos o no, que recurrir a medios que son razonables. La verdad si está dada, deber ser, además, encontrada, lo que supone poner en uso tanto la razón como el entendimiento y la reflexión. La razón nos ha sido dada para vivir con pleno sentido nuestra vida, abrirnos a la fe y encontrarnos con el Dios que nos ha creado, nos ama y quiere nuestra decisión de decir un sí rotundo a Cristo como nuestro camino, verdad y vida. Ese es nuestro auténtico camino en la vida.


1 comentario: