21 de abril de 2018

ENTRE TÚ Y YO. EL DOMINGO DIA DE LA RESURRECCIÓN CON LA HNA. CARMEN PÉREZ STJ

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: la Iglesia, desde la tradición apostólica, que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón “día del Señor” o domingo. El día de la Resurrección de Cristo es a la vez el "primer día de la semana", memorial del primer día de la creación, y el "octavo día" en que Cristo, tras su "reposo" del gran Sabbat, inaugura el Día "que hace el Señor", el "día que no conoce ocaso". El "banquete del Señor" es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor resucitado que los invita a su banquete. Para los cristianos es el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor, El domingo, por la Resurrección del Señor, es establecido como día privilegiado, día de encuentro y de fiesta, día de celebración gozosa de todos, en un ambiente de familia, en el que no tiene sentido decir “me vale o no me vale la misa”, quitársela de encima como algo externo que hay que hacer y con lo que hay cumplir. No tiene ningún sentido.

Y por eso pienso en la importancia de la celebración de la Eucaristía los domingos, el día del Señor, el día de la Iglesia, de la familia. No seamos “usuarios del domingo”- Es una expresión de Gilbert Cesbrón. Este punto concreto: “los usuarios del domingo” nos provoca a ver como en un espejo nuestro cristianismo, un cristianismo que es muchas veces el mayor escándalo. Ya el título es de lo más significativo: los usuarios del domingo “¿Por qué va esta gente a Misa? Por costumbre, por cortesía. Dios es un viejo amigo de la familia, una especie de presidente, alguien de nuestro medio social y del que podemos necesitar. El domingo por la mañana: iglesia y confitería. Entre los números de teléfono de los proveedores, se apunta el del cura. En el mejor de los casos, somos amigos suyos como lo somos de un médico: ese personaje práctico y tranquilizador. “Hágase usted contable en tres meses”, nos proponen los anuncios de los periódicos. Y también parece flotar en el ambiente este anuncio: “Hágase cristiano con tres sacramentos y una docena de sermones…

Pero vuelvo a Los usuarios del domingo. ¡Cuánta mediocridad en nuestra manera de vivir el Domingo¡ Y es un dato muy expresivo y significativo de nuestro sentido de la vida, de nuestra fe. Nos podemos mirar en el espejo de estos usuarios del domingo. Compartimos la mediocridad de estos falsos cristianos pero, Dios quiera, que no nos hagamos partícipes de su satisfacción, ni de su tranquilidad. Sin lo que llamamos el día del Señor la vida no es completa. El domingo lo hemos transformado en un fin de semana, en tiempo libre. Por supuesto que el tiempo libre es algo bueno y necesario. Pero nuestro tiempo libre, nuestro descanso, nuestras diversiones tienen que tener un centro interior, una orientación clara, sino acaban por convertirse en tiempos vacíos que no nos fortalecen.

El domingo, en la Iglesia de Cristo, es la fiesta semanal de la creación, de la gratitud, de la alegría por la creación y resurrección del Señor, de sentir la gratuidad del amor de Dios, de reconocernos Iglesia, comunidad, pueblo de Dios. Necesitamos vivir juntos este encuentro de la Eucaristía que nos reúne como pueblo y familia, que nos da un espacio de libertad, y nos permite poner las cosas en su sitio, abrirnos más y más a la realidad. Como del aire y del sol, de la lluvia y del rocío necesitamos del domingo.

La Eucaristía dominical es un precepto porque es una necesidad. Sin el domingo la vida pierde la densidad, la verdad. Si no conocemos y distinguimos la verdad, la ciencia, la diversión, el placer, la técnica pueden destruirnos. El domingo sirve para configurar nuestra vida entera. En el domingo vivimos gestos humanos y sensibles con la Iglesia, por eso celebramos juntos la Eucaristía con todo lo que tiene que comprometernos e implicarnos. El domingo tiene un sentido profundamente humano iluminado por la fe. En el domingo vivimos un campo, una tierra de adhesión al misterio de Dios que se revela en Jesucristo. “Usuarios del domingo”, esto nos invita a descubrir su profundo sentido, a asumir el mensaje que se nos transmite en el llamado día del Señor. El domingo nos puede devolver, una y otra vez, las manifestaciones de lo que realmente es nuestra vida. Cada semana se nos convoca a esta celebración festiva en la que podemos irnos haciendo, más y más, conscientes de nuestra verdadera ciudadanía de hijos y herederos de nuestro Padre Dios, hermanos de Jesucristo. No seamos simples usuarios del domingo, vivamos el domingo, como el don inmenso que puede ser para nosotros, para nuestra familia, para nuestros amigos, para el sitio en que vivimos. Pero esto nos lleva claro a la Eucaristía diaria…

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