Sagrado Protector de la Ciudad de Granada |
Todo, como ocurre en la vida humana, tiene un simbolismo: 40 días del retiro de Jesús previo al comienzo de lo que se llama “su vida pública”, su ministerio, su misión. 40 días de Moisés en el desierto. 40 días que duró el diluvio. 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto, 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. La vida exige esfuerzo y fatiga, nos preparamos a ella con entrenamientos adecuados. Lo que importa es llegar a la meta. Por eso la comparación con un singular maratón, que todos estamos llamados a correr, cada uno con modalidades y ritmo diversos. Pero a todos nos espera la misma meta: el encuentro con Cristo (Juan Pablo II) Ese es el significado de la cuaresma. La Iglesia a través del Papa, Obispos, sacerdotes, y de tantos y tantos testigos, no nos invitan a “recordar” simplemente este hecho, sino a vivirlo, a correr nuestra carrera, a poner nuestro esfuerzo diario para que suceda en nosotros esta experiencia de conversión y encuentro con Cristo resucitado.
Acaban los carnavales y empieza la cuaresma. El Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (s. XIV), nos relata un episodio con el conocidísimo título de la batalla entre D. Carnal y Dña. Cuaresma. En este episodio nos narra la guerra entre los placeres de la carne y el desenfreno propios del carnaval, y la abstinencia y el equilibrio de la Cuaresma. Sus huestes se enfrentan. En la mesnada de la Cuaresma, del Espíritu, se baten la virtud, la diligencia, la mesura y la rectitud contra la concupiscencia, la indolencia, el exceso y la veleidad de la Carne. En un principio parece ganar la Carne pero finalmente el Espíritu impone su cordura sobre el mundo cristiano. En realidad el carnaval, con todo lo que pueda tener de celebración pagana, debe su existencia a la liturgia cristiana, pues surge como un antecedente de la Cuaresma. Como la cuaresma suponía conversión, sacrificio, penitencia, ayuno había que despedirse durante ese tiempo de los placeres. Nos pasa en cantidad de hechos que la parte profana supera a la auténtica dimensión religiosa. Pensemos en la parafernalia de la celebración de algunos sacramentos, como si la gran preocupación fuera solamente el aspecto social. Es un hecho que la religión cristiana ha tenido siempre mucha influencia en la sociedad. Fiestas, celebraciones importantes de la vida, fueron potenciadas por el cristianismo, y han adquirido un enorme arraigo. Comentábamos un día como se cristianizaron muchas e importantes celebraciones paganas.
La pena es lo que está ocurriendo. Estamos quitando el alma, el espíritu, lo que verdaderamente hace el hombre digno y específicamente humano. Dice Welte, un filósofo católico, amigo de Heidegger, que la experiencia predominante en el contexto religioso de nuestro tiempo es la de no haber tenido ninguna experiencia religiosa, la de no haber sido afectados, ni mucho menos transformados por algo que puede ser denominado Dios. ¿Cómo se va a entender el mensaje de la Cuaresma: convertíos y creed en el Evangelio sin una experiencia auténticamente religiosa? Cuaresma: conversión y fe, ser afectados y transformados por la fe en Jesucristo, por el encuentro con El. Jesucristo es la palabra, la realidad, la persona que dirige todo el camino de la cuaresma, toda esta carrera en la que hemos de poner nuestro esfuerzo diario. La Cuaresma, su liturgia, es la afirmación poderosa de que la salvación nos ha tocado, nos ha llegado. Cristo es el hombre nuevo, que manifiesta la gran fuerza de la verdad. Con Cristo entró una medida nueva, una propuesta nueva, tan nueva que todo el secreto de la vida consiste en aceptar esta medida o bien en hundirse como esclavos de cualquier cosa. Empezamos un camino, cuaresma, cuarenta días de esfuerzo y preparación para llegar a la gran final: la Pascua de Resurrección. Lo que urgía a S. Pablo, lo que daba sentido y significado a toda su actividad era la confianza, que es lo mismo que decir la fe y la esperanza en una persona real: Cristo
Acaban los carnavales y empieza la cuaresma. El Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (s. XIV), nos relata un episodio con el conocidísimo título de la batalla entre D. Carnal y Dña. Cuaresma. En este episodio nos narra la guerra entre los placeres de la carne y el desenfreno propios del carnaval, y la abstinencia y el equilibrio de la Cuaresma. Sus huestes se enfrentan. En la mesnada de la Cuaresma, del Espíritu, se baten la virtud, la diligencia, la mesura y la rectitud contra la concupiscencia, la indolencia, el exceso y la veleidad de la Carne. En un principio parece ganar la Carne pero finalmente el Espíritu impone su cordura sobre el mundo cristiano. En realidad el carnaval, con todo lo que pueda tener de celebración pagana, debe su existencia a la liturgia cristiana, pues surge como un antecedente de la Cuaresma. Como la cuaresma suponía conversión, sacrificio, penitencia, ayuno había que despedirse durante ese tiempo de los placeres. Nos pasa en cantidad de hechos que la parte profana supera a la auténtica dimensión religiosa. Pensemos en la parafernalia de la celebración de algunos sacramentos, como si la gran preocupación fuera solamente el aspecto social. Es un hecho que la religión cristiana ha tenido siempre mucha influencia en la sociedad. Fiestas, celebraciones importantes de la vida, fueron potenciadas por el cristianismo, y han adquirido un enorme arraigo. Comentábamos un día como se cristianizaron muchas e importantes celebraciones paganas.
La pena es lo que está ocurriendo. Estamos quitando el alma, el espíritu, lo que verdaderamente hace el hombre digno y específicamente humano. Dice Welte, un filósofo católico, amigo de Heidegger, que la experiencia predominante en el contexto religioso de nuestro tiempo es la de no haber tenido ninguna experiencia religiosa, la de no haber sido afectados, ni mucho menos transformados por algo que puede ser denominado Dios. ¿Cómo se va a entender el mensaje de la Cuaresma: convertíos y creed en el Evangelio sin una experiencia auténticamente religiosa? Cuaresma: conversión y fe, ser afectados y transformados por la fe en Jesucristo, por el encuentro con El. Jesucristo es la palabra, la realidad, la persona que dirige todo el camino de la cuaresma, toda esta carrera en la que hemos de poner nuestro esfuerzo diario. La Cuaresma, su liturgia, es la afirmación poderosa de que la salvación nos ha tocado, nos ha llegado. Cristo es el hombre nuevo, que manifiesta la gran fuerza de la verdad. Con Cristo entró una medida nueva, una propuesta nueva, tan nueva que todo el secreto de la vida consiste en aceptar esta medida o bien en hundirse como esclavos de cualquier cosa. Empezamos un camino, cuaresma, cuarenta días de esfuerzo y preparación para llegar a la gran final: la Pascua de Resurrección. Lo que urgía a S. Pablo, lo que daba sentido y significado a toda su actividad era la confianza, que es lo mismo que decir la fe y la esperanza en una persona real: Cristo
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