La escena que nos presenta este domingo el evangelio es muy gráfica; habla del bullicio, el ruido y la algazara que se generan en torno al Templo, a causa del mercado que se colocaba a sus puertas. Es decir, que de un clima de silencio y oración para poder escuchar y ponerse en sintonía con Dios, lo que hay es ajetreo, prisas y malas intenciones. Y es en este marco en el que cada personaje lleva consigo unos intereses; estamos ante una panorámica un tanto desoladora, ante la que Jesús siente gran tristeza.
La figura del Templo ha llevado a los paisanos de Jesús a que en lo más íntimo de su corazón conciban la religión como un trueque: dan algo a Dios para conseguir sus propios intereses, hacen una acción buscando una recompensa.... Y por supuesto, los cambistas y mercaderes ven en el Templo un lugar para sacar partido. Y 'se monta el belén', es decir, 'la casa del Padre' se convierte en mercado.
Destruid este Templo, y en tres días lo levantaré. Cuarenta y seis años ha costado construir este Templo. Los judíos no entendieron nada. Pero es que Jesús no se refiere a edificar unas simples 'tapias' o poner bien unos bloques de piedra; más bien Jesús quiere ser cimiento en nuestras vidas, nos viene a decir que tiremos esos 'muros' que impiden nuestro crecimiento personal, que quitemos las barreras que no nos permiten relacionarnos con el prójimo, y todo aquello que nos daña o destruye. Jesús es el Templo de nuestra vida y desde ahí quiere que gire toda nuestra existencia. Él nos propone un cambio importante: cambia tu corazón a mi Padre. Porque: los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Vivir al estilo de Jesús la verdad del Evangelio.

Ese sello es para que no nos pase como a los mercaderes ni cambistas, que todo se quede en interés sin más o pura rutina, sino que para que la fe, o la experiencia de Dios no sea un acto vacío y sin sentido, le debemos aplicar la espiritualidad de la caridad, que nos debe llevar a: el celo de tu casa me devora. El celo por las cosas de Dios me lleva a reconstruir mi vida, a ponerme en camino y a construir lazos y puentes con el necesitado.... y al prójimo como a ti mismo por amor de Dios. Que no es otra cosa que llevemos una coherencia de vida, que seamos cristianos coherentes y comprometidos con el proyecto del Reino aquí y ahora.
Abrirse a los demás y sobre todo al que sufre; crear una sociedad, religión, convivencia auténticas, que lleven al ser humano a su plenitud, eliminando muros. Y a que del encuentro con Jesús y con el Evangelio se ponga en práctica lo que rezuma de esa Palabra y que necesita toda sociedad, religión o convivencia: compasión, misericordia, justicia, fraternidad.
Felicidades Fray Juan Manuel, eres de la orden de predicadores, en forma y en fondo, por dentro y por fuera, en el hábito y en el corazón. Bien dices que el templo tiene que ser de silencio y oración para poder escuchar la palabra de Dios. Me gusta que hables de la coherencia en los cristianos, porque a veces la religión puede resultar muerta si la vemos a través de cristianos que no son coherentes, que sus acciones buscan la recompensa, que sus cimientos no son Jesús, y que sus muros les impiden el crecimiento personal. Me han gustado mucho tus palabras.
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