La verdadera mística —la de Teresa— es humilde, obediente y fiel... «¡Al fin, muero hija de la Iglesia!» |
UNA VENTANA ABIERTA. DE CONDICION VERAZ Y AGRADECIDA
Así fue una de las mujeres que ha dejado, y sigue dejando, a través de sus obras y de sus escritos, una huella fecunda en la Historia y en la vida de millones de personas. Sirve de referencia en nuestro caminar, y transmite la riqueza de su humanidad, y precisamente desde su condición veraz y agradecida.
Quizá cuando diga su nombre, ante la enorme fuerza de su personalidad, les parecerá poco eso de su condición veraz y agradecida. Pero es una raíz profunda, algo vivo que afecta a todo su ser de mujer. De condición veraz y agradecida es una actitud de la vida entera, una disposición de ánimo que adquiere vigencia en todo su pensar y actuar. La veracidad lleva consigo la gratitud. ¿Cómo puede una persona ser realmente veraz y no ser agradecida? .
Esta mujer es Teresa de Jesús, Teresa de Ávila, Teresa de Cepeda y Ahumada. Una mujer que llegó a la excelencia literaria. Su vida marcó una época. Su nombre no queda oculto por figuras como Fray Luis de León, Juan de la Cruz, Francisco de Borja, Pedro de Alcántara, o por la de grandes personalidades como puede ser la Princesa de Éboli, la Duquesa de Alba, incluido, el rey Felipe II. Pues dejamos todas sus grandezas de mística, reformadora, fundadora, escritora y nos fijamos en su profundo conocimiento de la condición humana, en algo tan próximo a cada uno de nosotros como su condición veraz y agradecida.
La humildad es para Teresa “andar en verdad”. “Andar en verdad ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos” es el síntoma de una personalidad sana. Y es la actitud que nos permite conocer nuestro yo a la luz de Quien nos ha dado el ser y así aceptarnos, llenos de confianza en el Padre, que ha querido que existiéramos para llegar un día a nuestra plenitud eterna. Mi “yo” sólo lo conozco ante la mirada del Dios viviente, y a través de la humanidad de Jesucristo. Para evitar el error de creer lo que no somos (puede ser soberbia, vanidad) o acentuar nuestro miedo, debilidad, inseguridad, Teresa nos muestra el camino: “Esta es la verdadera verdad: conocer cada uno lo que puede y lo que Dios puede en él”. Las dificultades, los sufrimientos, las crisis, ponen de manifiesto la verdad: “Pruébanos Tú, Señor, que sabes las verdades para que nos conozcamos”. Nos hace sentir constantemente en su Camino de Perfección que quienes de veras se sienten amados por Dios y así le aman, no aman sino verdades y cosas dignas de amar. Sabe perfectamente porque así la vive, que sólo la verdad nos hace libres. No a la mentira, a la hipocresía, a las apariencias. Descubrir nuestro yo desde la mirada amorosa de Dios, y humildad, esperanza y gratitud serán nuestras actitudes fundamentales para caminar en verdad.
¿Qué es lo que produjo esa extraña firmeza, no apoyada en nada palpable? Sólo podía ser algo que viniera de Dios. Su vida fue entender que el Señor es la misma Verdad. Entendí, dice ella, grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me la hubieran enseñado. Esta experiencia de la Verdad que es Dios, en un segundo momento, se extiende a todo lo creado. Es verdad lo que se conforma y ordena a la Verdad que es Dios, lo que sirva para llegarnos más a Dios. Y es mentira lo que se opone y se aparta de Él. Esta experiencia le lleva a la comprensión de todo en la vida y en sus caminos. La verdad no sólo se dice, se piensa, y se actúa en ella. Se puede ser veraz o mentiroso en pensamientos, palabras, gestos, actitudes y acciones. Sintió hasta lo más profundo de su ser que todo el daño que viene al mundo es por no conocer la verdad, y en concreto la verdad que es Cristo, y por eso es el camino y la vida.
Su condición veraz se fundamenta en el modo como es Dios. Dios es la verdad. Podemos decir que la verdad fue para ella la firmeza indestructible e inatacable con que Dios descansa en sí mismo conociendo, amando. La verdad nos llega, llega al mundo y le da base, penetra lo que es y le da el ser, irradia en el espíritu humano y le da esa claridad que se llama conocimiento. Lo que ella sentía y vivía era que quien está por la verdad está por Dios. Quien miente se rebela contra Dios y traiciona la raíz del sentido de la existencia en general y de su propia existencia.
Una y otra vez hay que decir que la humildad es andar en verdad. Por eso la verdad fue lo que le hizo llegar a hacer pie en sí misma y a tener su carácter y personalidad. Su vida entera reposó en la verdad. Su condición veraz no fue indiferente de la seguridad interior frente a las diversas situaciones vitales, así como a su propio conocimiento y autoestima, que diríamos hoy. Nuestra época ha sufrido muchos prejuicios y perjuicios por ausencia del sentido de la verdad, y la voluntad de que se reconozca y acepte. Y eso destruye la condición humana. La expresión más tremenda de violencia y tiranía es que se destroce en el hombre su conciencia de verdad, de modo que no se sienta capaz de decir: esto es verdad, esto no lo es.
La potencia viva de la verdad le requería a Teresa de Jesús toda su naturaleza. Ella siempre habla de verdad, no de sinceridad, que tiene que ser una consecuencia de la verdad, y no al contrario. En esta lealtad a la verdad se apoyaban todas sus relaciones humanas. Realmente los modos de relación, de trabajo, de comunidad, que hayan de durar, crecer y hacerse fecundos, se han de apoyar en la verdad.
De condición veraz ante Dios y en Dios, veraz ante sí misma, veraz con los demás, sin fingimientos, ni falsas posturas de orgullo o de falsa, pobre y raquítica humildad. Falta le hizo esa firmeza y solidez de la verdad, porque por todas partes se le cruzaban, como puede ocurrir, intereses, envidias, suspicacias, celos. Por su condición veraz se confirmó en la verdadera justicia, y cobró conciencia de su libertad y dignidad. Y así pensaba, actuaba, hablaba, trataba con las personas, fundaba sus carmelos, escribía su Vida, las Moradas o el Castillo interior, El camino de Perfección, las Exclamaciones, sus Cartas…
Así fue una de las mujeres que ha dejado, y sigue dejando, a través de sus obras y de sus escritos, una huella fecunda en la Historia y en la vida de millones de personas. Sirve de referencia en nuestro caminar, y transmite la riqueza de su humanidad, y precisamente desde su condición veraz y agradecida.
Quizá cuando diga su nombre, ante la enorme fuerza de su personalidad, les parecerá poco eso de su condición veraz y agradecida. Pero es una raíz profunda, algo vivo que afecta a todo su ser de mujer. De condición veraz y agradecida es una actitud de la vida entera, una disposición de ánimo que adquiere vigencia en todo su pensar y actuar. La veracidad lleva consigo la gratitud. ¿Cómo puede una persona ser realmente veraz y no ser agradecida? .
Esta mujer es Teresa de Jesús, Teresa de Ávila, Teresa de Cepeda y Ahumada. Una mujer que llegó a la excelencia literaria. Su vida marcó una época. Su nombre no queda oculto por figuras como Fray Luis de León, Juan de la Cruz, Francisco de Borja, Pedro de Alcántara, o por la de grandes personalidades como puede ser la Princesa de Éboli, la Duquesa de Alba, incluido, el rey Felipe II. Pues dejamos todas sus grandezas de mística, reformadora, fundadora, escritora y nos fijamos en su profundo conocimiento de la condición humana, en algo tan próximo a cada uno de nosotros como su condición veraz y agradecida.
La humildad es para Teresa “andar en verdad”. “Andar en verdad ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos” es el síntoma de una personalidad sana. Y es la actitud que nos permite conocer nuestro yo a la luz de Quien nos ha dado el ser y así aceptarnos, llenos de confianza en el Padre, que ha querido que existiéramos para llegar un día a nuestra plenitud eterna. Mi “yo” sólo lo conozco ante la mirada del Dios viviente, y a través de la humanidad de Jesucristo. Para evitar el error de creer lo que no somos (puede ser soberbia, vanidad) o acentuar nuestro miedo, debilidad, inseguridad, Teresa nos muestra el camino: “Esta es la verdadera verdad: conocer cada uno lo que puede y lo que Dios puede en él”. Las dificultades, los sufrimientos, las crisis, ponen de manifiesto la verdad: “Pruébanos Tú, Señor, que sabes las verdades para que nos conozcamos”. Nos hace sentir constantemente en su Camino de Perfección que quienes de veras se sienten amados por Dios y así le aman, no aman sino verdades y cosas dignas de amar. Sabe perfectamente porque así la vive, que sólo la verdad nos hace libres. No a la mentira, a la hipocresía, a las apariencias. Descubrir nuestro yo desde la mirada amorosa de Dios, y humildad, esperanza y gratitud serán nuestras actitudes fundamentales para caminar en verdad.
¿Qué es lo que produjo esa extraña firmeza, no apoyada en nada palpable? Sólo podía ser algo que viniera de Dios. Su vida fue entender que el Señor es la misma Verdad. Entendí, dice ella, grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me la hubieran enseñado. Esta experiencia de la Verdad que es Dios, en un segundo momento, se extiende a todo lo creado. Es verdad lo que se conforma y ordena a la Verdad que es Dios, lo que sirva para llegarnos más a Dios. Y es mentira lo que se opone y se aparta de Él. Esta experiencia le lleva a la comprensión de todo en la vida y en sus caminos. La verdad no sólo se dice, se piensa, y se actúa en ella. Se puede ser veraz o mentiroso en pensamientos, palabras, gestos, actitudes y acciones. Sintió hasta lo más profundo de su ser que todo el daño que viene al mundo es por no conocer la verdad, y en concreto la verdad que es Cristo, y por eso es el camino y la vida.
Su condición veraz se fundamenta en el modo como es Dios. Dios es la verdad. Podemos decir que la verdad fue para ella la firmeza indestructible e inatacable con que Dios descansa en sí mismo conociendo, amando. La verdad nos llega, llega al mundo y le da base, penetra lo que es y le da el ser, irradia en el espíritu humano y le da esa claridad que se llama conocimiento. Lo que ella sentía y vivía era que quien está por la verdad está por Dios. Quien miente se rebela contra Dios y traiciona la raíz del sentido de la existencia en general y de su propia existencia.
Una y otra vez hay que decir que la humildad es andar en verdad. Por eso la verdad fue lo que le hizo llegar a hacer pie en sí misma y a tener su carácter y personalidad. Su vida entera reposó en la verdad. Su condición veraz no fue indiferente de la seguridad interior frente a las diversas situaciones vitales, así como a su propio conocimiento y autoestima, que diríamos hoy. Nuestra época ha sufrido muchos prejuicios y perjuicios por ausencia del sentido de la verdad, y la voluntad de que se reconozca y acepte. Y eso destruye la condición humana. La expresión más tremenda de violencia y tiranía es que se destroce en el hombre su conciencia de verdad, de modo que no se sienta capaz de decir: esto es verdad, esto no lo es.
La potencia viva de la verdad le requería a Teresa de Jesús toda su naturaleza. Ella siempre habla de verdad, no de sinceridad, que tiene que ser una consecuencia de la verdad, y no al contrario. En esta lealtad a la verdad se apoyaban todas sus relaciones humanas. Realmente los modos de relación, de trabajo, de comunidad, que hayan de durar, crecer y hacerse fecundos, se han de apoyar en la verdad.
De condición veraz ante Dios y en Dios, veraz ante sí misma, veraz con los demás, sin fingimientos, ni falsas posturas de orgullo o de falsa, pobre y raquítica humildad. Falta le hizo esa firmeza y solidez de la verdad, porque por todas partes se le cruzaban, como puede ocurrir, intereses, envidias, suspicacias, celos. Por su condición veraz se confirmó en la verdadera justicia, y cobró conciencia de su libertad y dignidad. Y así pensaba, actuaba, hablaba, trataba con las personas, fundaba sus carmelos, escribía su Vida, las Moradas o el Castillo interior, El camino de Perfección, las Exclamaciones, sus Cartas…
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