El sentido
del Rosario para el cristiano
Ríos de tinta, a lo largo de la historia, han
corrido sobre qué sentido puede tener para los cristianos el rezo del Rosario.
Dentro de toda esa historia lo que se debe destacar, y no olvidar, es que esta
devoción está fuertemente enraizada en nuestra Orden. De todos es conocido el
nombre del fraile dominico Alano de Rupe, quien se desvivió por la predicación
del Rosario. Aunque la leyenda atribuye a nuestro padre Santo Domingo la
institución del Rosario, pero yo en ese detalle no me voy a detener. Prefiero
centrar la atención en que estamos ante una oración contemplativa y sensible,
intensa y gesticulante, emocionada y afectiva.
La evolución del Rosario como oración quedó
influida, también, por factores profanos; el contar y repetir una misma
jaculatoria es una práctica tan generalizada en casi todas las religiones
antiguas del mundo que, me atrevo a decir, se puede estimar como un hecho
religioso universal; el Rosario es, pues, una forma relativamente natural de
oración. Pero también del Rosario se ha dicho, y es aquí donde entra nuestra
vocación a ser predicadores enamorados de la Palabra , que es «el compendio de todo el
Evangelio». Y es que el corazón mismo del Rosario, meditar con el rezo del
Rosario es, ni más ni menos, meditar los misterios de la vida de Jesús.
Ante esto me surge una cuestión: ¿hoy, en nuestros
días, hay que orar o no? Y es que no digo nada nuevo al decir que rezar ya no
es una actividad común, y mucho menos pertenece a los estamentos sociales reconocidos
y aceptados por la mayoría. Sin embargo, para los cristianos, la oración es uno
de los asuntos más serios dentro de nuestra fe; es algo tan esencial como que
necesitamos respirar. Con respecto al rezo del Rosario habrá que conocer la
entraña de esta oración y lo que representa dentro de la vida del cristiano. El
valor del rezo del Rosario consiste en meditar y fijar nuestra concentración en
el misterio de la redención. El punto de partida es el gozo de la Encarnación
que da paso a la luz del mensaje del Reino, pasando por el sufrimiento en la
cruz que nos lleva al punto de la victoria, es decir, a la felicidad que trae
la Resurrección.
Cuando experimentamos esta concentración con el
rezo del Rosario, descubrimos que los misterios de gozo nos invitan a
contemplar un centro de la realidad: la carne, la vida corporal, las
relaciones. Sencillo y necesario; particular y grande. Misterioso proceso de la
vida, con la vocación, la concepción y el nacimiento de un Niño. Gran aporte al
Rosario ha sido el incorporar los misterios de luz. Y es que se necesitaba
contemplar a Jesús introduciéndose en el mundo, activando la fuerza de su
palabra y la belleza de sus actos. Los misterios dolorosos nos presentan e
invitan a meditar sobre el dolor, la enfermedad, la separación… aspectos nada
tolerados en nuestra vida. Meditar ante la cruz puede que nos haga percibir una
fuerza misteriosa de unión: “cuando sea
levantado en alto atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). Meditar y
contemplar los misterios que nos hablan de gloria, es meditar sobre la
esperanza que dinamiza la historia, nuestra historia.
El rezo del Rosario requiere un ritmo pausado y un
reflexivo remanso que sea favorable para la meditación de los misterios de la
vida de Cristo. Y es que el Rosario es una oración evangélica con Cristo en el
centro; vocal pero al mismo tiempo mental. Esto es lo que da vida a toda
oración y hacia donde debe dirigirse; porque la oración sin meditación
carecería de alma y, por lo tanto, no tendría sentido hacerla ya que le
faltaría vida.
Fr. Ángel Fariña OP
Es curioso que los artículos de los dominicos sin menospreciar toda su sabiduría, son los que menos piedad sugieren, a la hora de hablar del Santo Rosario este artículo no me da nada de devoción. Sin embargo de otros sitios se leen maravillas que verdaderamente te enganchan y te llevan a la práctica.
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