UNA VENTANA ABIERTA. LA MADRE DE S. AGUSTÍN
La mamá de Nátan, la mamá de Belén, la mamá de Cristian, la mamá de Salva, la mama de Kevin, la mamá de Sara… Es verdad, que si ya son chicos más mayores, sale decir: la madre de Jorge, la madre de Pablo, la madre de Pepe, la madre de Anca, la madre de Pascual, la madre de Manuel.
Mamás, madres que saben lo que es no sólo dar a luz al hijo, sino cooperar, “cooperar con Dios”, en el momento que sea, y en la dificultad que sea en la vida del hijo. Son todas madres concretas a las que conozco, de las que he aprendido, con las que he sufrido y gozado, con las que se experimenta lo mejor de la vida, lo que merece la pena, lo que es digno de ser vivido. Madres en las que he visto que son el socorro perpetuo de su hijo, la ayuda, la protección. Madres en las que ves y comprendes lo que es realmente una madre y porque Dios lo ha querido así la Iglesia es Madre y tiene su propia Madre que fue Iglesia naciente.
No se molesten los padres de ninguno de los chicos que he nombrado y sencillamente los padres en general. Hoy me centro en la madre de un hombre mundialmente conocido, y no sólo por el mundo católico, S. Agustín, Doctor de la Gracia, para algunos el máximo pensador del primer milenio y uno de los más grandes genios de la humanidad, que dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología, siendo las Confesiones y la Ciudad de Dios sus obras más destacadas. Si pienso en la gran realidad de la “comunión de los santos” me sale sentir que en el cielo de Santa Mónica, en su vivencia de la gloria, está la satisfacción de ver, ella ya fuera del tiempo, lo que en la historia de la humanidad ha sido y es su hijo, cómo ha servido de testigo a millones y millones de personas en su encuentro con el Señor. [
27 de agosto, Santa Mónica, fiesta que la Iglesia celebra precisamente la víspera de la de su hijo Agustín. Los padres de Mónica eligieron un nombre que significa “dedicada a la oración y a la vida espiritual” Es verdad que después dispusieron que Mónica tenía que casarse con un hombre llamado Patricio, que la hizo sufrir mucho. Ella decía: cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no peleamos". Agustín tenía 17 años cuando murió su padre.
Siempre ha sido muy comentada la respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en un sueño que tuvo, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.
En el sueño que digo, Mónica vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía:"tu hijo volverá contigo " y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá irá a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta respuesta, llena de fe y de amor, impresionó mucho a su hijo, y más tarde la consideró como una inspiración del cielo.
Hoy es un día para sentir lo que es la madre en la familia, lo que realmente es la madre en la familia cristiana. Sí, existen madres como Santa Mónica y seguro que muchos nos hemos conmovido ante el libro que tantas madres han escrito con su vida. Muchas veces he preguntado en la vida en las más variadas situaciones: ¿tú sabes cuánto te quiere tu madre, tu padre, tus padres? Sí, claro, según las situaciones cambio al decir tu madre, tu padre, tus padres.
¡Cómo descubre uno en la actitud de Santa Mónica lo que realmente es la madre, la persona, lo que es la dignidad humana, lo que es el respeto. ¡De lo que es capaz de hacer el ser humano¡ Es verdad una expresión que dice Saint-Exupery ante un enorme esfuerzo de superación: lo que yo he hecho, te lo juro, jamás ningún animal lo habría hecho. Personas como Santa Mónica, como tantas y tantas madres que conocemos, son personas necesarias en la vida, imprescindibles. Como son necesarias, imprescindibles, familias como las que ellas han hecho.
La familia no se tiene, “se hace”, en la familia hay lo que cada uno pone. Sorprendió el Papa Benedicto XVI en su visita a Valencia por su tono positivo y propositivo presentando la belleza de la familia cristiana. Ninguna condena, ningún ataque a nadie. Una exposición clara con la sencillez de un catequista y la hondura de un teólogo. Cierto que sin ninguna concesión a la galería. La familia cristiana es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad. Es un bien evidente que los hogares en paz y armonía dan fortaleza al hombre y son el centro neurálgico de la sociedad. Qué hermosa definición y que hermosas palabras las de Benedicto XVI sobre la familia: ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor. Una de las tareas más importantes de la familia es formar personas libres y responsables. ¡Qué riqueza es para los hijos poder vivir el amor auténtico de una madre, de un padre¡
Decía mi fundador, S. Enrique de Ossó, que educar a un niño es educar un hombre, y educar una mujer es educar una familia. Y para consuelo de muchas madres y, desde luego, padres, recordamos las palabras del obispo a Santa Mónica: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas".
La mamá de Nátan, la mamá de Belén, la mamá de Cristian, la mamá de Salva, la mama de Kevin, la mamá de Sara… Es verdad, que si ya son chicos más mayores, sale decir: la madre de Jorge, la madre de Pablo, la madre de Pepe, la madre de Anca, la madre de Pascual, la madre de Manuel.
Mamás, madres que saben lo que es no sólo dar a luz al hijo, sino cooperar, “cooperar con Dios”, en el momento que sea, y en la dificultad que sea en la vida del hijo. Son todas madres concretas a las que conozco, de las que he aprendido, con las que he sufrido y gozado, con las que se experimenta lo mejor de la vida, lo que merece la pena, lo que es digno de ser vivido. Madres en las que he visto que son el socorro perpetuo de su hijo, la ayuda, la protección. Madres en las que ves y comprendes lo que es realmente una madre y porque Dios lo ha querido así la Iglesia es Madre y tiene su propia Madre que fue Iglesia naciente.
No se molesten los padres de ninguno de los chicos que he nombrado y sencillamente los padres en general. Hoy me centro en la madre de un hombre mundialmente conocido, y no sólo por el mundo católico, S. Agustín, Doctor de la Gracia, para algunos el máximo pensador del primer milenio y uno de los más grandes genios de la humanidad, que dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología, siendo las Confesiones y la Ciudad de Dios sus obras más destacadas. Si pienso en la gran realidad de la “comunión de los santos” me sale sentir que en el cielo de Santa Mónica, en su vivencia de la gloria, está la satisfacción de ver, ella ya fuera del tiempo, lo que en la historia de la humanidad ha sido y es su hijo, cómo ha servido de testigo a millones y millones de personas en su encuentro con el Señor. [
27 de agosto, Santa Mónica, fiesta que la Iglesia celebra precisamente la víspera de la de su hijo Agustín. Los padres de Mónica eligieron un nombre que significa “dedicada a la oración y a la vida espiritual” Es verdad que después dispusieron que Mónica tenía que casarse con un hombre llamado Patricio, que la hizo sufrir mucho. Ella decía: cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no peleamos". Agustín tenía 17 años cuando murió su padre.
Siempre ha sido muy comentada la respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en un sueño que tuvo, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.
En el sueño que digo, Mónica vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía:"tu hijo volverá contigo " y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá irá a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta respuesta, llena de fe y de amor, impresionó mucho a su hijo, y más tarde la consideró como una inspiración del cielo.
Hoy es un día para sentir lo que es la madre en la familia, lo que realmente es la madre en la familia cristiana. Sí, existen madres como Santa Mónica y seguro que muchos nos hemos conmovido ante el libro que tantas madres han escrito con su vida. Muchas veces he preguntado en la vida en las más variadas situaciones: ¿tú sabes cuánto te quiere tu madre, tu padre, tus padres? Sí, claro, según las situaciones cambio al decir tu madre, tu padre, tus padres.
¡Cómo descubre uno en la actitud de Santa Mónica lo que realmente es la madre, la persona, lo que es la dignidad humana, lo que es el respeto. ¡De lo que es capaz de hacer el ser humano¡ Es verdad una expresión que dice Saint-Exupery ante un enorme esfuerzo de superación: lo que yo he hecho, te lo juro, jamás ningún animal lo habría hecho. Personas como Santa Mónica, como tantas y tantas madres que conocemos, son personas necesarias en la vida, imprescindibles. Como son necesarias, imprescindibles, familias como las que ellas han hecho.
La familia no se tiene, “se hace”, en la familia hay lo que cada uno pone. Sorprendió el Papa Benedicto XVI en su visita a Valencia por su tono positivo y propositivo presentando la belleza de la familia cristiana. Ninguna condena, ningún ataque a nadie. Una exposición clara con la sencillez de un catequista y la hondura de un teólogo. Cierto que sin ninguna concesión a la galería. La familia cristiana es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad. Es un bien evidente que los hogares en paz y armonía dan fortaleza al hombre y son el centro neurálgico de la sociedad. Qué hermosa definición y que hermosas palabras las de Benedicto XVI sobre la familia: ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor. Una de las tareas más importantes de la familia es formar personas libres y responsables. ¡Qué riqueza es para los hijos poder vivir el amor auténtico de una madre, de un padre¡
Decía mi fundador, S. Enrique de Ossó, que educar a un niño es educar un hombre, y educar una mujer es educar una familia. Y para consuelo de muchas madres y, desde luego, padres, recordamos las palabras del obispo a Santa Mónica: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas".
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