19 de junio de 2014

Una presencia misteriosa pero real...


UNA VENTANA ABIERTA. PRESENCIA MISTERIOSA PERO REAL. Con la Hna. Carmen Pérez STJ.

Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía, nos dice el Papa Francisco y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás, por eso dice que se deja guiar por tres palabras : seguimiento, comunión y compartir.
 
Es profundamente humano y rico en la vida humana lo que llamamos “celebración”. Una mamá que tiene una niña de de dos años le enseñaba a su hija, un colgante que lleva a su cuello y le pedía que me dijera qué era ese colgante: pues era su hermanito, un niño que sólo vivió dos meses en la barriguita de mamá, se llama Marcos. La niña siente que es como un angelito que le cuida en el cielo. Lo celebran y le encanta que lleve su mamá ese colgante ¿Y las celebraciones de 50 años de fidelidad, de amor, de luchar juntos día a día, de superar juntos lo que ha ido sucediendo momento a momento?

Celebramos en realidad lo cotidiano que da lugar a algo grande y excepcional. Las fiestas, las celebraciones expresan nuestra cultura, nuestra fe, nuestro entorno familiar; se adaptan a los tiempos y a las ideas. Cada colectivo, cada pueblo, cada grupo da identidad y forma a sus celebraciones. Hay fiestas íntimas, familiares, populares, institucionales, nos ayudan a orientar nuestra vida y nos permite conocernos y reconocer lo que nos rodea. Cuando nos fijamos en cualquier cultura, sociedad, grupo, vemos que sus actos festivos son música, palabra, color, forma, olor, sonido, gusto, imagen. Las celebraciones pueden ser de lo más educativa ¡Qué expresión de valores son muchas celebraciones¡

Pues esto lo podemos vivir intensamente en la Iglesia católica. En realidad, esa es la liturgia de la Iglesia. Y en concreto ahora, una vez al año celebramos la gran solemnidad del Corpus Christi, del Cuerpo de Cristo.

Nuestra celebración es la expresión de nuestra fe. Lo más cotidiano, lo más silencioso, lo que a diario se vive estalla en esta solemnidad. Celebramos la presencia misteriosa pero real de Jesucristo en las especies de pan y de vino. Presencia misteriosa porque sólo un Dios que asume de esa manera lo humano, haciéndose hombre, puede también hacer esa forma de presencia suya en el pan y en el vino que por otra parte es presencia radicalmente humana y significativa: pan y vino, imágenes gráficas y claras del alimento diario, de lo cotidiano de la vida. No nos ha dejado un recuerdo, está presente con esa presencia misteriosa pero real. Este pan es alimento necesario y de este modo está con nosotros en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.

He conocido a lo largo de mi vida, y conozco muchas, muchas personas que sienten que su fidelidad, su fe, su fuerza, está en esta presencia misteriosa, inaudita, inimaginable (pongamos mas adjetivos…) para el ser humano, pero real del Señor. El mundo sin esta presencia misteriosa pero real sería mucho más inhóspito, menos consolador. Esta presencia es la gran compañía para el hombre, la gran muestra de amor hasta el extremo, hasta el extremo que incluso nos desconcierta. Tenemos que pasar del desconcierto al estupor, a la admiración, al asombro, al reconocimiento de lo que el Amor de Dios es capaz de hacer y mostrar a los hombres. Estamos en lo de siempre, no a nuestras medidas, a nuestros criterios, a nuestros esquemas. Si a la manifestación del Amor de Dios, a la verificación de su cercanía, a la realidad de su forma de comunicarse, de hacerse presente.

Es maravillosa la celebración del Corpus Christi. Después de todas las celebraciones vividas, ya desde ese comienzo en Nazaret, en el que Dios se hace hombre, que nos narra Juan al comienzo de su Evangelio, con un austero rigor y energía metafísica: la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y Lucas, que lleno de encanto arrobador, intimidad, riqueza y lozanía, nos describe en el pasaje de la Anunciación. Pues sí, desde ese comienzo, pasando por todo lo que llamamos misterios de Cristo, los sencillos misterios del Rosario, hasta este estallido de fiesta y celebración: el día de Corpus. No se, algo así como el músico que vuelca toda su fuerza en la obra que ha compuesto.

La fiesta del Corpus en la que estalla el silencio de tantas horas de adoración, de tantas Eucaristía vividas, de tantos momentos vividos en soledad rica y sonora, que diría S. Juan de la Cruz, es un verdadero himno, un verdadero clamor, una exaltación con todo lo que el ser humano es capaz de expresar con su música, literatura, escultura, flores, colores, olores, sabores. Porque Corpus es la fiesta del Cuerpo del Señor. Y por eso todos los sentidos lo notan, Corpus sabe, Corpus huele, Corpus se ve, Corpus se toca, Corpus se oye. Corpus la celebración solemne de lo que silenciosa y cotidianamente vivimos los que creemos y queremos. La celebración de la fiesta de la Presencia misteriosa pero real. Lo que el hombre puede encontrar, gozar, vivir o lo que puede desconocer, perder, ignorar…

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