Ntra. Sra de los Dolores, Baza. Iglesia Santa María de la Encarnación. Foto: Jesús Mirón |
Son muy expresivas las imágenes de la Madre Dolorosa que han suscitado en la piedad católica la aplicación de esta exclamación a la Virgen en el momento de máximo sufrimiento ante la Pasión y Muerte de su Hijo. Hay una obra de referencia mundial, la Piedad de Miguel Ángel. Una maravillosa escultura que puede verse en todos los ángulos, aunque el punto de vista, casi siempre escogido, es de frente. En todos los pueblos, ciudades y capitales está siempre la imagen de la Madre que parece decir: vosotros, los que pasáis por el camino, todos vosotros por los que ha muerto mi hijo, mirad y ved si hay dolor como el dolor que me atormenta.
Antes de vivir lo que significa la Semana Santa, la Semana de Pasión, nos hemos de poner ante la Madre Dolorosa, a la que cualquier persona, que reconozca lo que está viviendo la Madre de Cristo, le brotaría esta misma exclamación: mirad y ved si hay dolor como el
Es un hecho, aunque no lo parezca, que el principio
fundamental de la vida es el amor. Pensemos en si es posible una sociedad sin
amor, a pesar de toda la prostitución del amor que estamos viviendo, de la
carencia y del egoísmo que hay. S. Agustín decía: ni yo mismo comprendo todo lo
que soy. El amor humano contiene siempre una pretensión de eternidad. Muchos
conocemos el famoso soneto de Quevedo, Amor constante más allá de la muerte:
“Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco
día…Mas no, de esotra parte, en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría, y perder el respeto a la ley severa… Su
cuerpo dejará no su cuidado; serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más
polvo enamorado”
El amor es el auténtico misterio. Sólo, quien percibe y se abre a la
infinitud del amor, se abre al sentido de la vida, y por lo tanto penetra en la
esencia de la fe. El amor, dice el pensador francés Gabriel Marcel es una pugna
contra la muerte. Decirle a una persona: te amo, significa: me niego a aceptar
tu muerte, protesto contra la muerte. El amor es lo que anhelamos y nos
vivifica. Pero su auténtica dimensión nos lleva al misterio del amor de Dios,
que nos amó, dicho con nuestras palabras humanas: hasta el extremo. Ante María,
la Piedad, la Madre Dolorosa, la Virgen de los Dolores, Nuestra Señora de las
Angustias, el amor de todos los hombres que han pasado por el camino, y también
de los que pasarán por el mismo camino, seguirá exclamando: no hay dolor como tu
dolor. Y en ese momento estaba preparada interiormente para asumir la
maternidad eclesial respecto a todos los nuevos hermanos de Jesús. ¡Qué
dimensión tan humana, tan real, tan necesaria, es la Iglesia fundada por
Cristo¡ Es la gran familia. Y por eso, la familia es la pequeña iglesia
doméstica.
María, como ha dicho Benedicto XVI, es la expresión de la cercanía de Dios.
En cada momento de nuestra vida, que nos pongamos ante Ella, sentiremos que la
Encarnación, Pasión y Muerte de Jesucristo se hace palpable gracias a Ella. Que
el Hijo de Dios tenga una Madre, y que todos nosotros hayamos sido encomendados
a Ella, es la mayor manifestación de la humanidad de nuestro Dios. La manera
concreta de cómo se desarrolla la Semana Santa, todos los pasos del Vía crucis
de Jesús y de María, es la gran humanidad a la que estamos llamados, el gran
misterio de amor, de amor eterno, “con amor eterno te amé”
Nosotros ahora, los que estamos pasando por el camino de la vida, como
hijos de Dios que somos, no nos cerremos a la gran realidad del misterio
de nuestra vida que es el amor. No pasemos por alto que el auténtico amor
humano tiene siempre pretensiones de eternidad. Y esto nos abre realmente al
amor de Dios, y a nuestra misión de amor. Todo lo que celebramos y vivimos esta
Semana Santa es lo más grande que nos puede ocurrir, la mayor certeza de
nuestra vida, a pesar de todas nuestras luchas y dificultades. La figura de
María sigue conmoviendo a los seres humanos que abren su corazón y su mente a
la realidad de cómo Dios ha querido venir a nosotros para salvarnos.
Literalmente para “salvarnos”, para nuestra gloria y bienaventuranza eterna.
Ahí está nuestra Madre. Vayamos por el camino que Él ha querido mostrarnos, no
con nuestros esquemas y medidas. “Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a Ella porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio” (Papa Francisco).
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