Según nuestras Regla y
constituciones “lo primero para lo que nos hemos congregado en comunidad es
para vivir unánimes en Casa, teniendo una sola alma y un solo corazón en Dios.
Y esta unidad alcanza su plenitud más allá de los límites del monasterio, en
comunión con la Orden y con la Iglesia”.
La unanimidad de nuestra
vida, enraizada en el amor de Dios, tiene que ser testimonio en conexión de lo
que nuestros hermanos predican con la palabra.
Todo lo tenemos tan programado
que es muy fácil seguir el ritmo cada día,- que no es monotonía,- cada jornada
trae alguna ocasión de encuentro especial con el Señor.
Dividimos la jornada en
tres partes. La liturgia, la oración y el trabajo. Desde las seis y media de la
mañana que toca levantarse, para empezar el rezo de Laudes a las siete, santo
rosario, oración y Santa Misa. A las nueve y cuarto el desayuno, y empezamos el
trabajo cada monja tiene su oficio y cada día tiene que responder de lo que le
toca.
Al medio día se hace un alto en el trabajo, volvemos a ir al coro, rezamos sexta, la comida y otra cosa muy importante para la comunidad es el recreo, que es donde podemos compartir y hablar lo que a cada una se nos ocurra.
Después nos retiramos a las celdas y tenemos una hora de descanso para reponer fuerzas y seguir la tarde. A las cuatro y media volvemos al coro, donde se reza el oficio de lectura, nona, lectura espiritual… y seguimos después con el ritmo de trabajo. A las siete volvemos al coro para el rezo de vísperas, oración y completas. A las nueve menos cuanto tenemos la cena y otra hora de recreo antes de retirarnos al descanso de la noche.
Al medio día se hace un alto en el trabajo, volvemos a ir al coro, rezamos sexta, la comida y otra cosa muy importante para la comunidad es el recreo, que es donde podemos compartir y hablar lo que a cada una se nos ocurra.
Después nos retiramos a las celdas y tenemos una hora de descanso para reponer fuerzas y seguir la tarde. A las cuatro y media volvemos al coro, donde se reza el oficio de lectura, nona, lectura espiritual… y seguimos después con el ritmo de trabajo. A las siete volvemos al coro para el rezo de vísperas, oración y completas. A las nueve menos cuanto tenemos la cena y otra hora de recreo antes de retirarnos al descanso de la noche.
No estamos ociosas como se
puede pensar aquí metidas, gracias a Dios nos ganamos el pan con el sudor de la
frente. Y unimos los trabajos a la oración que cada día hacemos por nuestros
hermanos los hombres.
Sor Guadalupe Jiménez O.P
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