El
Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual. Estamos
llamados a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal
cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente
siempre, y que estamos hechos para sentirnos en comunión y para la vida eterna.
Este es nuestro camino en la vida nos dice el Papa Francisco para vivir nuestra
cuaresma.
¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la
carretera equivocada? Es un proverbio alemán. He estado pensando y veo que
ocurre frecuentemente. ¡De cuantas maneras se puede correr estando en la carretera equivocada¡ Hoy es un buen día
para hacer una pequeña reflexión de por que no llegamos donde tenemos que
llegar, y quizá es porque estamos corriendo en la carretera equivocada. En la vida de los demás, lo vemos
fácilmente, es un dato más de lo que dice Jesucristo, vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en
el propio.
Hay una novela que pone de manifiesto esta realidad
del hombre sobre la que unos amigos hicimos un libro fórum y que me ha venido
por lo importante que es correr en buena dirección. Es un hecho el proverbio
alemán: ¿qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada? En algunas películas y novelas se ve la
conducta humana de manera nítida, y según como
vemos y leemos, nos puede hacer mucho bien, y ayudarnos a reconocer la
realidad. Creo que es un buen ejercicio dialogar sobre lo que realmente
alimenta nuestra vida. Esto ayuda a encontrar la carretera correcta, y así,
correr en buena dirección.
La novela a la
que me refiero ahora es “La elegancia del erizo”. Me ha hecho pensar, reconocer
muchas realidades, entre ellas la que hoy comentamos: la falta de sentido que
es correr cuando estamos en la carretera equivocada, y lo importante que
es descubrir la belleza de las pequeñas
cosas de nuestra vida cotidiana en la carretera correcta. No pretendo hacer una
crítica, ni análisis del libro, sencillamente una reflexión desde mi perspectiva
de correr
en buena dirección en nuestro camino a la Pascua. En el número 7 de la calle Grenelle, un
inmueble burgués de París, muchos de sus habitantes corren por la carretera
equivocada. Para salir del sin sentido de la existencia hay que encontrar la
carretera que nos lleve a nuestro destino.
En la novela es
el Arte,
la Belleza, que da forma y hace visibles nuestras emociones, y al
hacerlo le da ese sello de eternidad que anhelamos, y las auténticas relaciones humanas
que descubren lo mejor de la persona y muestran el sentido de la vida.
Por eso se ve la importancia de descubrir la belleza de las cosas pequeñas y el
valor de la amistad que promueve lo mejor de uno mismo. Es un mundo burgués idiotizado por la
superficialidad de las apariencias y no despierto a la belleza, ni a la verdad
en las relaciones humanas. Pero dos de sus habitantes esconden un secreto. Renée, la portera que finge ser una mujer
común, es decir finge ser una mujer que
vive de tópicos y camina con los esquemas comunes. Y Paloma una chica de 12
años que se hace las preguntas sobre el sentido de la vida desde una
inteligencia extraordinaria. Las dos quieren vencer la desesperanza y vivir
realmente. La llegada de un japonés, un
hombre desconocido para los vecinos del inmueble, propicia el encuentro
de estas dos personas, aparentemente tan distintas, y de dos mundos socialmente
tan dispares. No quiero dejar de citar a Manuela, la amiga de la portera, con
la que toma el té, los martes y los jueves, todo dentro de una deliciosa ceremonia,
y ritual tipo el Principito de Saint-Exupery. Manuela, una mujer sencilla, una
aristócrata, como nos la describe la
misma Renné, a la que su trabajo no le ha despojado de su elegancia natural. Es una inmigrante portuguesa, y esa elegancia
natural suya, a pesar de ser casi analfabeta, supera con creces la de los
dueños de las casas que limpia.
Paloma en una
especie de diario de ideas profundas nos explica el porqué se quiere suicidar: si
uno se suicida, tiene que estar seguro de lo que hace y no puede quemar la casa
para nada. Entonces, si hay una cosa en el mundo por la que valga
la pena vivir, no me la puedo perder, porque una vez que uno se muere
es demasiado tarde para arrepentirse de nada, y morir porque te has equivocado
es una tontería como un piano. “Qué es lo que realmente alimenta la vida humana”
es la pregunta constante de estas dos personas que atraen profundamente la
atención del lector. Lo que alimenta la vida humana y correr en la buena
dirección, que es el encuentro con la belleza, con la verdad, con el amor.
¿Y Vds. creen que se puede recorrer el
camino con inteligencia, responsabilidad y libertad de corazón, si no se tiene una meta
clara y cierta? Si no es así, no hay camino claro y cierto, y todo es violencia
y forcejeo dudoso. Sólo Cristo es la
conciencia de la verdad última de las cosas. Se trata de un sentido de la
persona, no sujeto a corrientes ideológicas, ni a últimos descubrimientos, que
siempre, claro, son enseguida las penúltimas. Porque las verdaderas cuestiones,
plantéese donde se plantee, son las que se refieren a nuestra persona. Todo se
dirige a ella y de ahí parte la gran vigencia del Evangelio, de la propuesta
cristiana.
Corro en buena dirección, estoy en la carretera
indicada para llegar a la meta, si creo, confío y sigo a Jesucristo, sea la
circunstancia que sea, sin exclusión. En realidad esto es la cuaresma,
recorrer la carretera correcta con los pasos firmes y seguros de la fe y de la
esperanza, movidos y conducidos por el amor de Dios que nos lo enseña todo en
su Hijo Jesucristo. Así se enriquece mi tiempo, lo que ahora estoy viviendo.
Esto es el tiempo litúrgico que ahora vivimos, y nos sentiremos confortados,
seremos cada vez más fuertes, con más capacidad para la verdad, el gozo, la
belleza, el amor. Sí que se sabe cuando se corre en buena dirección, porque en
el interior del hombre habita la verdad.
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