¿Sabes que me ha dado por preguntarme mucho “aquí y ahora”?, me decía una chica joven, una estudiante universitaria. Y sin darme tiempo a que le preguntara por las preguntas que se está haciendo precisamente “aquí y ahora” siguió: ¿Yo de que puedo decir que soy realmente testigo? Y no pienso sólo en mi condición de cristiana; porque eso sí, estoy convencida de que si la fe no me sirve, no es mi respuesta ante lo que me sucede, no sé que es la fe, no vale para nada. ¿Qué testimonio voy dando con mi manera de estudiar, de divertirme, de vivir mi vida de familia, mi noviazgo, en mis juicios sobre las cosas, los sucesos, en una palabra con todo y en todo lo que vivo?
Dime la verdad, me decía, ¿de qué me ves tu testigo? ¿Qué testimonio con mi persona? Claro fue un ponerme contra la pared y sentir inmediatamente: tiene razón no es cuestión sólo de hablar, ni de anunciar nada, ni de proclamar algo importante, ni de defender derechos fundamentales, es algo intrínseco a su persona, que afecta totalmente a su manera de ser y vivir, como nos pasa a todos. Así iniciamos un diálogo difícil de olvidar.
No se planteaba esta chica el sentido puntual y concreto del testigo y el testimonio. Todas las personas expresamos algo, comunicamos un sentido de la vida, una manera de ser y de estar en cualquier situación, hasta en las diversiones que escogemos, las contestaciones que damos, nuestros enfados y alegrías. La doblez y la mentira no duran mucho tiempo. No se puede engañar durante mucho tiempo. Sólo el verdadero lenguaje de respeto engendra respeto, como el lenguaje de la fe engendra fe, el de la esperanza engendra esperanza, y el de la caridad engendra caridad. Sólo la verdad da al hombre firmeza y solidez. En lo que se requiere testimonio, que es en todo lo verdaderamente humano, propio del ser y del actuar del hombre, sólo el testimonio es eficaz. Mientras que la búsqueda de la eficacia, insisto en esta dimensión de la que hablamos, es estéril.
Las palabras testigo y testimonio tienen mucha fuerza en la vida. El testigo es una persona que da testimonio de algo. Un testimonio, para ser tal, expresa escrupulosamente lo que se piensa, se vive, se es. No tiene nada que ver con el proselitismo, con la divulgación, con la propaganda. La profundidad de la persona se expresa en su testimonio incluso sin hablar. El testimonio no se divulga se vive, se impone por si mismo. Tiene la fuerza de la vida, de la experiencia, de la convicción, Es aquello del pensador francés Bergsón que se puede aplicar a todo lo bueno, grande y noble en la vida: los santos sólo tienen que existir. Su existencia es una continua llamada. La vida del que vive intensamente con verdad en el sufrimiento, en la dificultad, atrae, como atrae la alegría, la gratitud, la generosidad, el respeto. Nada puede salir de una persona que no vive de algo que merezca la pena y para algo que merezca la pena.
El problema del testimonio, del testigo es ser realmente algo vivo y experiencial. En esta lealtad se apoyan todas las relaciones de los hombres. Esta chica quiere ser veraz ante si mismo, no engañarse, no fingir. Esto nos lleva a vivir en verdad, a cobrar conciencia de la dignidad, de la responsabilidad, de la libertad. La vida personal de cada uno es testimonio de lo que uno cree, espera, ama, vive. Es la manera de encontrarse unos con otros. No se llega a los “hombres” si antes no se llega al hombre. No se puede pensar en las personas como público, como gente, esto es desconocer el valor y las necesidades de aquellos a los que se quiere ayudar. Esto es realizar tareas tanto más estériles cuando mas utilidad se busca, cuantas más adaptaciones se hagan. No se trata en el testigo, en el testimonio, de cuestión de técnicas, ni de proyectos, programaciones, o planificaciones, se trata de la calidad de la persona, de la realidad de lo que se vive. El lema del Cardenal Newman, beatificado en Inglaterra por Benedicto XVI: el corazón habla al corazón.
La idea de testimonio y la idea de la vocación son hermanas. Que cada cual testimonio según su propia vocación. La enseñanza no es en sí misma un testimonio, pero sí hay que testimoniar enseñando. Ni el catequista lo es, pero si para ser un verdadero catequista. Que el ejecutivo, el funcionario, el médico, el padre de familia, el teólogo de su propio testimonio, ninguno es superior al de los demás. Cada uno ha de dar el que debe dar para ser fiel. De su propia vocación, de su propio testimonio. Es del que se le pedirá cuenta. El que ningún otro podrá dar en su lugar.
Son muy buenas las preguntas de esta estudiante universitaria. Vivir la propia vocación, pensar, vivir, ser; después, expresar con veracidad lo que se piensa, se vive, se es. La eficacia de la acción, de la palabra es directamente proporcional al compromiso de la propia vida. Como recordamos frecuentemente: de Dios, de lo importante en la vida, no se puede hablar de memoria, no se puede teorizar. Se da testimonio a través de lo que se es y como se vive. El verdadero testimonio tiene fuerza de atracción, como decía Jesús: lo atraeré todo hacia mí.
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