27 de julio de 2015

UNA VENTANA ABIERTA. EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN CON LA HNA. CARMEN PÉREZ STJ

“El Evangelio de la creación” se llama la parte segunda de la Encíclica del Papa Francisco “Laudato si”. Una sencilla pincelada para gozar de la creación, de la naturaleza y vivir y sentir lo que quiere el Papa: tomar conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, y así nuestro corazón orará lleno de gratitud con el Himno de Francisco de Asís: Alabado seas mi Señor en todas tus criaturas.

Al terminar la Encíclica se ensancha de manera especial nuestro corazón, y lo tendríamos que orar mucho, sobre todo en nuestros momentos difíciles: “al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que participará con nosotros de la plenitud sin fin. Sí, estamos viajando hacia el sábado de la eternidad, hacia la nueva Jerusalén, hacia la casa común del cielo. Jesús nos dice: Yo hago nuevas todas las cosas. La vida eterna será un asombro compartido donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados”.

Tenemos una responsabilidad ante la tierra y hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que todo tiene su propio valor ante Dios. Somos a imagen y semejanza de Dios luego no podemos olvidar el lenguaje del amor de Dios y su “desmesurado” –esos adjetivos que pone el Papa- cariño hacia nosotros. La naturaleza, como nos propone S. Francisco reconocer, es un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad.

Me viene ahora el Himno al Universo de Teilhard de Chardin. Es verdad que a pesar de ser una de las mentes más brillantes tuvo sus problemas por su personal y original visión de la
evolución. Pero el Papa Pablo VI en un discurso sobre la relación entre fe y ciencia se refirió a él como un científico que pudo "encontrar el espíritu", de manera que su explicación del universo manifiesta "la presencia de Dios en el universo en el principio inteligente y Creador”. Benedicto XVI, en su reflexión de la carta de San Pablo a los Romanos, en la que se dice que el mundo algún día llegará a ser una forma de adoración viviente, dijo recordando a Teilhard: “Al final tendremos una verdadera liturgia cósmica, donde el cosmos se convertirá en una sede viviente”.

“Himno del Universo”, ya el título gusta y suena a algo grandioso y solemne. Para mi gusto resplandece el mejor perfil de Teilhard, el religioso y el místico, el que se expresa en reflexión y en plegaria, con un sentido pleno de liturgia, de culto. Son textos testimoniales, confesionales, expresivos de una experiencia vivida, de una creencia ardiente que impregna la percepción teilhardiana del mundo y de la vida. Son como una gran composición musical, un gran aleluya. La misa sobre el mundo es el primer texto, y en la ofrenda dice: Yo que, una vez más, Señor, ahora ya no en los bosques del Aisne, sino en las estepas de Asia, no tengo ni pan, ni vino, ni altar, me elevaré por encima de los símbolos hasta la pura majestad de lo Real, y te ofreceré, yo, que soy tu sacerdote, sobre el altar de la tierra entera, el trabajo y el dolor del mundo. El sol acaba de iluminar, allá lejos, la franja extrema del horizonte. Una vez más, la superficie viviente de la tierra se despierta, se estremece y vuelve a iniciar su tremenda labor bajo la capa móvil de sus fuegos. Yo colocaré sobre mi patena, oh, Dios mío, la inesperada cosecha de este nuevo esfuerzo. Derramaré en mi cáliz la savia de todos los frutos que serán molidos hoy. ..Que vengan, pues, a mí el recuerdo y la mística presencia de aquellos a quienes la luz despierta para un nuevo día.

Y en el texto que titula Comunión: Me prosterno, Dios mío, ante tu presencia en el Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que en encuentre, y de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y te espero. .A quien haya amado apasionadamente a Jesús oculto en las fuerzas que hacen madurar la Tierra, la Tierra le estrechará, cuando muera, entre sus brazos gigantes y se despertará con ella en el seno de Dios…Toda mi vida y mis éxitos, toda mi razón de ser y mi gusto por la vida, Dios mío, penden de esa visión fundamental de tu conjunción con el Universo. ¡Que otros anuncien, conforme a su función más elevada, los esplendores de tu puro Espíritu. Para mí, dominado por una vocación anclada en las últimas fibras de mi naturaleza, no quiero ni puedo decir otra cosa que las innumerables prolongaciones de tu ser encarnado a través de la Materia; ¡nunca sabría predicar más que el misterio de tu carne, oh, alma que transparece en todo lo que nos rodea¡ Recuerda a un Francisco de Asís, o a un Ignacio de Loyola pidiendo a toda la naturaleza, a las flores del campo, que no le griten tan fuerte la presencia de Dios.

Y en la Humanidad en marcha: ¿Es esto verdad, Señor?...Divulgando la ciencia y la libertad, puede densificar, tanto en sí misma como para mí, la atmósfera divina, en la que deseo siempre sumergirme más y más. Adueñándome de la Tierra es como puedo vincularme a ti…Que la Materia, escrutada y manipulada, nos descubra los secretos de su contextura, de sus movimientos y de su pasado. Que las energías, dominadas, se dobleguen ante nosotros y obedezcan a nuestro poderío. Que los hombres, una vez hechos más conscientes y más fuertes se agrupen en organizaciones ricas y felices, en las que la vida, mejor utilizada, produzca el ciento por uno. Y ésta es también la llamada del Papa Francisco.

Se necesita proclamar: Tú eres, Jesús, el resumen y la cima de toda la creación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario