4 de noviembre de 2014

Salterio de rosas, que un ángel cantara. Con Fray Antonio Rafael O.P

Salterio de rosas, que un ángel cantara


    Los puntos de reflexión sobre cómo rezamos el Rosario son muy variados. Podemos hacerlo desde el Corazón, la Mente, los Sentidos, o incluso con el mismo cuerpo. Pero en esta breve reflexión quiero detenerme en una pregunta que me parece fundamental. Puede parecernos obvia, pero quizás por su sencillez no se le suele prestar la suficiente atención y profundidad. Me gustaría que nos paramos un momento y nos preguntáramos ¿qué es el Rosario para nosotros? Lo primero que nos viene a la cabeza es que el Rosario es una oración. Una gran oración compuesta por la repetición de Padre Nuestros, Ave Marías, Gloria… Pero no es esa mi pregunta. No estoy preguntando por su composición, ni por la forma externa que pueda tener, ni por cómo está hecho el Rosario que utilizamos para rezar el Santo Rosario. No. Mi pregunta es sobre qué significa realmente para nosotros. 

    Para ello quiero utilizar como referencia la letra del himno de la Virgen del Rosario. Este comienza con una frase bellísima: Cantemos Señora tu dulce regalo, guirnaldas de lirios del jardín de Dios. Esto hermanos es una gran verdad. El Rosario es un dulce regalo de la Virgen Santísima a todos sus hijos, a la Iglesia. Y dentro de este gran regalo podemos contemplar el mayor regalo que nos ha hecho María a todos nosotros, al mundo entero: su Hijo Jesucristo. Al recitarlo, de una manera sencilla hacemos un recorrido por los misterios más importantes de la vida del Señor, desde su Encarnación hasta la Venida del Espíritu Santo. Llegando incluso a la Coronación de su Madre, que todos los devotos del Rosario esperamos contemplar un día en la patria celestial.

    Para rezarlo no hace falta ser doctores, ni tampoco debemos hacerlo con una postura determinada, permitiéndonos acceder a estos misterios en muchos momentos de nuestra vida cotidiana. Y al rezarlo, la misma cuerda o cadena del Rosario, se convierte en una cadena de flores. Una cadena llena del amor de María por todos nosotros, que no deja de ser el Amor del Padre que en ella siempre se desborda; por la cual ella nos ciñe a su corazón, y al de su amado Hijo. 

    Una gran ayuda en nuestro peregrinar por este mundo por medio del cual cada vez podemos acercarnos más a Cristo. Y es tan grande esta forma de orar que fray Aniceto Fernández op, quien fuera Maestro de la Orden, consideraba que si “exceptuáramos la oración litúrgica, no habría ninguna otra oración que la aventajase. Por eso debemos mantenerla con gran insistencia y propagarla más que cualquiera otra cosa.”

    Por eso hermanos, si alguna vez nos asalta la duda o la incertidumbre de que es una oración inútil, una tontería y que no sirve de nada pensemos en cuanto nos acerca la Virgen a su Hijo. Sigamos caminando con María, a través del Rosario, dejándonos embriagar por el perfume del Dios de la misericordia que es Amor. Porque el Rosario, ese gran regalo de nuestra Madre y Señora es un Salterio de rosas, que un ángel cantara, ése es Tu Rosario, perfume de Amor. 

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