4 de octubre de 2015

UNA VENTANA ABIERTA. LA PAZ Y LA ALEGRÍA DE FRANCISCO DE ASÍS

¡Qué testigo de la paz y la alegría es Francisco de Asís¡ y ¡qué testimonio nos dio con su vida¡ ¿Quién no conoce a S. Francisco de Asís y a Santa Clara? Al menos se habrá visto alguna película sobre ellos Y ¿quién no ha rezado con todo el corazón la conocida oración por la paz atribuida a Francisco de Asís?: Señor hazme instrumento de tu paz, donde haya odio ponga yo amor, donde haya ofensas ponga yo perdón…

“Quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo él, y no el mundo, nos puede dar Muchos asocian a san Francisco con la paz, pero pocos profundizan. ¿Cuál es la paz que Francisco acogió y vivió y nos transmite? La de Cristo, que pasa a través del amor más grande, el de la Cruz. Es la paz que Jesús resucitado dio a los discípulos cuando se apareció en medio de ellos La paz franciscana no es un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos… Tampoco esto es franciscano, tampoco esto es franciscano, sino una idea que algunos han construido. La paz de san Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia, sino sólo se puede llevar con mansedumbre y humildad de corazón” nos ha dicho el Papa Francisco.


Y también en esta misma dinámica de vida, cuando el Papa Francisco fue a la Basílica de Santa Clara, la fundadora de la segunda orden franciscana, conocida como “las clarisas”, pidió a las monjas “evitar divisiones internas, ser expertas en humanidad y sonreír de verdad, no como azafatas”. Comunión, “expertas en humanidad” – expresión que lo dice todo, y sonreír de verdad. Un programa de vida, sí, totalmente franciscano, y totalmente vital y necesario para todos. Y a continuación nos salen las palabras de Jesús que tanto gustan al Papa Francisco y tanto gustaban a Francisco de Asís: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» El camino de Francisco hacia Cristo comienza con la mirada de Jesús en el cruz.

Hay que divisar el horizonte de la paz donde se realizan todos los anhelos y aspiraciones. Seguir el camino, aunque a veces sea muy agreste, que conduce a ella. Para Francisco de Asís fue fundamental descubrir las flechas de las alegrías que nos llevan al destino para el que hemos sido creados. Hay que descubrir la relación intrínseca que hay entre Dios y la Alegría, y esta relación, como ha experimentado él, es una Persona: Jesucristo, alfa y omega, primogénito de toda criatura, desde quien todo se ilumina.

Seguro que habremos vivido alguna buena experiencia que nos ha producido una paz interior, un mirar todo con esperanza; quizá hemos tenido un encuentro que nos ha dado como un “tono vital”, un ver que todos los pasos tienen un sentido, unas certezas que nos dan seguridad. Quizá hemos realizado algo que nos deja bien por dentro. Hemos tenido una conversación que nos ilumina, nos ayuda a ver las cosas y nos ha servido de propuesta auténticamente positiva. Hemos superado una dificultad seria. Hemos vivido con confianza momentos difíciles. Hemos tenido buenos ratos de oración, de reconocimiento de lo que es importante y nos nutre. Experiencia de todo eso que nos permite caminar, a pesar de las dificultades, de lo que realmente puede satisfacer la sed y alimentarnos, y no charcos de agua contaminada y alimentos sin consistencia.

Ante una pregunta tan importante como ¿qué es la alegría?, no cabe otra cosa que la experiencia. Descubrir el sentido profundo de la alegría. Debemos intentar que nuestro corazón esté alegre. No divertido, que es otra cosa. Ser divertido es algo externo, hace ruido y desaparece rápidamente, pero la alegría vive dentro y echa raíces profundas. Todo esto sólo es posible en la medida en que el hombre sabe quién es. Y sólo se comprende a sí mismo a partir de Dios, como Francisco de Asís. Me viene ahora mismo, un salmo, el 91 (seguridad bajo la protección divina) que es la experiencia de un hombre que rezuma felicidad, confianza, optimismo. Era utilizado por la tradición judía para el día del sábado. Es un clamor de ese hombre que siente que el amor divino debe ser exaltado por la mañana, cuando iniciamos la jornada, pero, también, tenido en el corazón durante el día y durante el transcurrir de las horas nocturnas. ¡Cuántos salmos pueden servirnos de ayuda¡

Francisco de Asís ha cautivado a lo largo de la historia y sigue cautivando por su paz y alegría, por su amor a todos y a todo, por su sentido de la naturaleza. Hasta nosotros llega esta narración. Fray Leonardo refirió que cierto día, el bienaventurado Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo: «Hermano León, escribe. Escribe cuál es la verdadera alegría. Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría. Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría. También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría. Pero ¿cuál es la verdadera alegría? Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas. Envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco. Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás. E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos. Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche. Y él responde: No lo haré. Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí. Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma”.

La verdadera alegría nace de la buena conciencia. La alegría la tiene el hombre como Francisco de Asís que sabe que es lo esencial de la vida. Decía Martín Descalzo que si tuviera que pedirle a Dios un don, un solo regalo, pediría, sin dudarlo el supremo arte de la sonrisa. La alegría del alma se refleja en la sonrisa.


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